En el primer post hablamos del sistema inmunológico innato, nuestra primera barrera defensiva y de acción rápida.  Por ejemplo, cuando nos vacunamos las reacciones adversas en la zona de inyección se deben a este primer sistema defensivo.  El propio pinchazo y las partículas virales inyectadas despiertan casi de inmediato la reacción inmune innata con inflamación, aumento de temperatura….  Sin embargo, no es el objetivo de las vacunas despertar esta respuesta, su propósito es entrenar al sistema inmunológico adaptativo, lo cual llevará mucho más tiempo, una o dos semanas, y ocurrirá de forma totalmente inadvertida. 

En conclusión, la eficacia de una vacuna no está relacionada con los efectos adversos que sentimos en los dos días posteriores a la vacunación, dependerá de una serie de procesos que ocurren a lo largo de los quince días posteriores.

Tanto la infección natural como la vacuna despiertan la inmunidad humoral, que consiste en la generación de anticuerpos específicos para bloquear y marcar el patógeno que nos ataca. Los anticuerpos se unen al patógeno impidéndole hacer su función y además lo marcan para ser fagocitado por los macrófagos.

¡Agárrate a la silla porque lo que te voy a contar marea!. 

Los responsables de la producción de anticuerpos son unas células llamadas linfocitos B.  Provienen de la médula ósea y sufren un proceso de maduración en el que por recombinación genética muestran en su superficie anticuerpos de tipo M (los famosos IgM).  El proceso de recombinación hace que cada linfocito tenga una IgM distinta y se calcula que tenemos unos mil millones de linfocitos B circulando por nuestro organismo.  Esta enorme variedad de linfocitos permite reconocer cualquier sustancia que no pertenezca a nuestro organismo, aún siendo un compuesto sintético que no exista en la naturaleza.  A estas sustancias extrañas las vamos a llamar antígenos.

https://inmunosalud.net/index.php/defensas/76-08-b-activacion-de-linfocitos-b

Cuando uno de esos mil millones de linfocitos se encuentra con el antígeno complementario, ambos se unen, activándose el linfocito, lo que supone generar millones de copias del mismo.  De estos clones una parte evolucionan a células plasmáticas, con capacidad de producir  hasta mil moléculas de anticuerpo por segundo, mientras que otra parte se transforma en células de memoria que quedarán en el organismo para responder a un futuro encuentro con ese antígeno concreto.

Si un linfocito B tiene una IgM en su superficie que reacciona con una sustancia del propio organismo es inmediatamente eliminado.  A veces ocurren fallos en este proceso, lo que lleva al ataque del sistema inmunológico al propio organismo, siendo el origen de las enfermedades autoinmunes, artritis, ELA…..

Resumiendo, los linfocitos B reaccionan ante sustancias extrañas (antígenos) diferenciándose en células plasmática que producen anticuerpos y células de memoria que recuerdan a la sustancia extraña por si hay futuros encuentros.

La inmunidad adaptativa tiene un segundo mecanismo llamado inmunidad celular. Las células responsables de la inmunidad celular son los linfocitos T. Los linfocitos T se activan al interaccionar con antígenos mostrados en las células presentadoras de antígenos profesionales, que son principalmente células dendríticas y macrófagos. Estas células capturan y digieren los patógenos mostrando sobre su superficie fragmentos (péptidos) de los mismos (MHC-2). Cuando un linfocito reconoce con su receptor de membrana uno de estos fragmentos se activa, creando copias del mismo, parte de las cuales se transforman en linfocitos T colaboradores que produce citocinas, linfocitos T citotóxicos que produce factores citotóxicos y linfocitos T de memoria que recuerdan el antígeno para futuros encuentros. Existen más tipos pero no merece la pena extendernos.

Veamos como trabajan los linfocitos T citotóxicos. Su receptor de membrana reconoce un antígeno específico que fue previamente mostrado por las células dendríticas, procedente de un patógeno. Cuando este linfocito encuentre una célula que muestre en su membrana (MHC-1) el mismo antígeno procederá a destruirla ya que estará infectada por el patógeno.

La vacunas muestran a estas células del sistema inmunitario adaptativo un antígeno procedente del SARS-Cov-2 (generalmente la proteína de pico). En los quince días posteriores a la vacunación se crean millones de copias del linfocito B cuyo receptor sea complementario a ese antígeno, parte de esas copias se guardarán como células B de memoria y otra parte se convertirán en plasmáticas para producir anticuerpos específicos que neutralizaran a la proteína de pico del virus. Por otro lado esa proteína será digerida por células presentadoras de antígenos, mostrándola en su superficie y activando el linfocito T que tenga el receptor complementario, se crean copias del mismo, parte de las cuales se guardarán como linfocitos T de memoria y los citotóxicos patrullarán el organismo en busca de ese antígeno expresado sobre la superficie celular, lo que alerta de célula infectada y se procede a su destrucción.

Una vez que nos vacunamos ponemos en marcha un complejo sistema de células y sustancias químicas específicas del antígeno vacunal que nos protegerán durante muchos años.

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