En el post anterior revisamos los aspectos básicos del sistema inmune innato, constituido por barreras físicas (piel, mucosas) que dificultan el acceso de los patógenos al organismo y unas células (Natural Killer y fagocitos) que los destruyen una vez han accedido.  Este sistema actúa desde los primeros minutos de la infección y su acción es idéntica para todo patógeno.

En algunas ocasiones la respueta inmune innata no es capaz de sofocar la infección y se precisa una respesta específica para el patógeno que nos tiene en jaque.  Veamos un ejemplo con el virus estrella de nuestro tiempo, el SARS-Cov-2.

Salimos de nuestro apartamento para hacer unas compras, entramos en el ascensor y respiramos ese aire cargado con el aroma de nuestros vecinos fruto de la falta de ventilación.  El infortunio hace que pequeñisimas partículas de saliva en foma de aerosol, abandonadas hace unos minutos y cargadas de viriones del SARS, penetren en nuestro sistema respiratorio.  Esa inhalación profunda las lleva directamente a nuestras células pulmonares (neumocitos), las barreras físicas del sistema inmunitario innato no han podido protegernos. 

El SARS secuestra nuestros neumocitos, les impide emitir señales de advertencia mediante secreción de interferones, quiza algunas Natural Killer detecten la falta de expresión del compejo MCH-I y destruyan algunas células infectadas, pero  otras escapan a su control.  Las células infectadas llenas de virus revientan dejando los viriones libres en el torrente sanguíneo, que rápidamente se apresuran a infectar nuevas células, haciendo inviable la acción de los fagocitos.  El sistema inmunológico innato detecta el daño tisular y comienza con los mecanimos de inflamación para llevar sangre a la zona, sube la temperatura, vierte líquido (edema) y desplaza millones de fagocitos a la zona dañada.  Pero todo resulta inútil e incluso en ocasiones contraproducente ya que una respuesta inflamatoria exacerbada puede ser muy dañina.

El enorme tropismo del SARS hace que pueda infectar casi cualquier tejido, afectando a todos nuestro órganos, pudiendo incluso cruzar la barrera hematoencefálica y provocar daños neuronales. 

Nuestra vida queda en manos del sistema inmunológico adaptativo, el cual debe buscar anticuerpos y células que ataquen de modo específico al SARS.  El resultado final dependerá de la rapidez con la que se logre esta respuesta. 

Antivirales efectivos que frenan la replicación del SARS nos harían ganar un tiempo precioso, pero no los tenemos.  También los anticuerpos monoclonales o plasma de personas que han pasado la enfermedad permiten ralentizar la replicación virial y dan un margen de tiempo valioso al sistema inmune para montar su respuesta específica.

A mi me parece una película de terror y la única forma de no entrar en ella es entregando al sistema inmunológico la información para que sepa de antemano cómo plantear la respuesta inmune específica, esa información se la entregamos a través de una vacuna.

En el próximo post comentaré, por fin, las células que participan en la respuesta inmune específica .

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