¡Lo que está muerto no puede morir!
Pequeñas partículas mil veces más pequeñas que el grosor de un cabello, formadas por una envoltura proteica que protege su bien más preciado, una cadena de ARN, que contiene la información necesaria para replicarse, pero sin un mecanismo para hacer copias de si mismo, lo que hace dudar a los biólogos si otorgarle la categoría de ser vivo.
Se reproduce utilizando las células de nuestro organismo. El proceso es sencillo, penetra en la célula y utiliza su maquinaria para replicar el ARN y fabricar las proteínas de su envoltura. Una vez que la célula ha colaborado en tan macabra acción y se llena de nuevos virus, revienta liberándolos al torrente sanguíneo, cada uno de los cuales infectará nuevas células.