(Prólogo: La Mirada Interior de un Anciano desde Arcetri)
La oscuridad que ahora envuelve mis ojos, aquí en mi villa de Arcetri donde paso mis últimos días bajo arresto 1, no puede extinguir la luz que arde en mi mente. El silencio físico, impuesto por la ceguera que me alcanzó hace ya unos años 1, contrasta con el bullicio de los pensamientos, de los recuerdos, de las verdades que he perseguido durante toda una vida dedicada a descifrar el gran libro de la Naturaleza.4 Desde esta ventana que ya no me muestra el cielo estrellado, siento la cercanía del convento de San Mateo, donde mis hijas tomaron los hábitos.3 El recuerdo de Virginia, mi amada Sor María Celeste 7, cuyo espíritu luminoso se apagó demasiado pronto 6, es un bálsamo y una herida constante en esta reclusión.
Mi viaje ha sido largo, desde las aulas de Pisa hasta las cortes de Florencia y las estrellas mismas, observadas a través de mi occhiale. He medido el movimiento de los cuerpos 3, he contemplado mundos insospechados 10, y he enfrentado la furia de quienes temen a la verdad desnuda.2 Incluso en esta oscuridad forzada, mi mente no ha cesado de trabajar, dando a luz mis Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias 3, obra que confío sentará las bases de una física nueva, una ciencia del movimiento que otros continuarán.
La pregunta que ha marcado mi existencia resuena aún en este silencio: ¿cómo pueden contradecirse las verdades reveladas por Dios en el libro de la Naturaleza y en las Sagradas Escrituras?14 Siempre he creído que ambas emanan de la misma fuente divina y que el conflicto reside no en las verdades mismas, sino en la rigidez de las interpretaciones humanas.14 Aquella humillante abjuración en Roma 2 silenció mi voz pública, pero no mi convicción interna. Dicen que murmuré «Eppur si muove» – «Y sin embargo, se mueve».1 Quizás no lo grité al mundo, pero lo afirmo ahora en el tribunal de mi conciencia: la verdad, como la Tierra misma, sigue su curso, imperturbable. Estas memorias son mi intento de dejar constancia, no solo de mis descubrimientos y mis juicios, sino del hombre que fui, con sus anhelos, sus miedos y su inquebrantable amor por el conocimiento.
(I. Pisa: El Amanecer de la Indagación (1564-1585))
Vine al mundo en Pisa, ciudad de antigua alcurnia, un 15 de febrero de 1564.1 Mi familia, aunque con raíces nobles, conocía tiempos más modestos.14 Mi padre, Vincenzo Galilei, era un hombre de notable talento: músico, laudista afamado y teórico que no temía cuestionar las convenciones musicales de su tiempo.3 Mi madre, Giulia Ammannati, pertenecía a una familia noble venida a menos.14 Crecí en un hogar donde la música y las matemáticas se entrelazaban.6 Mi padre, aunque práctico y deseoso de que yo siguiera una carrera lucrativa como la medicina 3, poseía un espíritu escéptico e inquisitivo 3 que, sin duda, influyó en mi propia inclinación a preguntar, a dudar, a buscar la verdad por mí mismo.
Mis primeros estudios los recibí en casa.21 Más tarde, mi familia se trasladó a Florencia y fui enviado por un tiempo al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa.3 Quizás mi padre consideró la vida religiosa, o simplemente buscaba una buena formación, pero pronto estaba de vuelta. Recuerdo que mi padre aprovechó una inoportuna infección en mis ojos para sacarme del convento, alegando falta de cuidados.3 Sospecho que su escepticismo hacia la vida monástica, o su deseo de que siguiera un camino más mundano y provechoso, pesó más en su decisión.
A los diecisiete años, en 1581, mi padre me inscribió en la Universidad de Pisa para estudiar medicina.3 Era la senda hacia la respetabilidad y la riqueza, pero mi corazón y mi mente se sentían irresistiblemente atraídos por otros saberes. Las demostraciones geométricas de Euclides y los tratados de mecánica de Arquímedes me resultaban infinitamente más fascinantes que las lecciones de Galeno.1 Un encuentro fortuito, pero decisivo, selló mi destino: Ostilio Ricci, matemático de la corte toscana que visitaba Pisa, me introdujo en las maravillas de las matemáticas puras.24 Supe entonces que mi verdadera vocación no estaba en curar cuerpos, sino en comprender las leyes que rigen el universo.
Fue durante esos años de estudiante en Pisa cuando, según se cuenta, una observación casual en la catedral me abrió los ojos a un principio fundamental. Al ver oscilar una lámpara suspendida del techo, noté, usando mi propio pulso para medir el tiempo, que cada balanceo completo tomaba la misma duración, sin importar cuán amplio fuera el arco del movimiento. Era la ley de la isocronía del péndulo 25, una intuición nacida no de los libros, sino de la sensata esperienza, la observación atenta de la naturaleza.
Mi creciente pasión por las matemáticas y la física eclipsó mis estudios médicos. Finalmente, en 1585, dejé la Universidad de Pisa sin haber obtenido el título.3 No llevaba conmigo un diploma, pero sí un tesoro mayor: una insaciable curiosidad científica y la convicción de que el lenguaje del universo era la matemática.4 Esta decisión de apartarme del camino trazado, de no conformarme con las credenciales académicas tradicionales, quizás me marcó desde temprano como alguien dispuesto a seguir su propio rumbo, guiado más por la evidencia que por la autoridad establecida.
(II. Buscando un Camino: Florencia y Pisa de Nuevo (1585-1592))
Tras abandonar los estudios formales en Pisa, regresé a Florencia.3 Fueron años de intensa dedicación al estudio por mi cuenta, profundizando en las matemáticas y la física que tanto me apasionaban. Me sumergí en las obras de Arquímedes, mi gran maestro de la antigüedad, y realicé mis primeros trabajos originales, como un pequeño tratado sobre La Balancitta, una balanza hidrostática para determinar la composición de las aleaciones, inspirado directamente en sus principios.
En 1589, gracias a la intercesión de algunos protectores, obtuve mi primer puesto académico: la cátedra de matemáticas en la misma Universidad de Pisa que había abandonado años atrás.1 El salario era modesto y el ambiente, a menudo, hostil. Mis ideas, que ya empezaban a cuestionar los dogmas aristotélicos tan venerados por la mayoría de los profesores, no eran bien recibidas.3 Recuerdo haber escrito un poema satírico ridiculizando la obligación impuesta a los profesores de llevar la toga incluso fuera de las aulas 24; mi espíritu siempre ha sido reacio a las imposiciones sin fundamento, ya fueran de vestimenta o de pensamiento.
Fue durante esta estancia en Pisa cuando comencé a abordar seriamente el problema del movimiento, un tema que me fascinaría toda la vida.3 Empecé a redactar mi tratado De Motu (Sobre el Movimiento), donde recogía mis primeras reflexiones críticas sobre la física de Aristóteles.24 ¿Por qué un objeto pesado y uno ligero, soltados desde la misma altura, no caen acaso con la misma rapidez, si despreciamos la resistencia del aire? La observación directa parecía contradecir al Estagirita. Se cuenta la anécdota, quizás adornada por el tiempo, de mis experimentos desde la famosa Torre Inclinada de Pisa.1 Aunque tal vez no arrojé bolas de cañón ante una multitud expectante, sí realicé y medité sobre experimentos con planos inclinados que me convencieron de que, en el vacío ideal, todos los cuerpos caen con la misma aceleración, independientemente de su peso.10 Era la primacía de la experiencia y la medida sobre la autoridad ciega.
Un golpe doloroso marcó el final de esta etapa. En 1591, mi padre Vincenzo falleció.3 Como hijo mayor, recayó sobre mí la pesada carga de sostener a la familia: cuidar de mi madre Giulia, asegurar dotes adecuadas para mis hermanas –una obligación que me perseguiría durante años– y apoyar a mi hermano menor Michelangelo.1 Estas responsabilidades financieras se convirtieron en una preocupación constante, un acicate que me impulsaría a buscar no solo el conocimiento, sino también un sustento más seguro que el que me ofrecía la modesta cátedra pisana. La necesidad económica, junto con las fricciones académicas, me prepararon para buscar nuevos horizontes.
(III. Padua: Dieciocho Años de Luz (1592-1610))
El año 1592 marcó un giro luminoso en mi vida. Fui nombrado profesor de matemáticas en la prestigiosa Universidad de Padua, bajo la égida de la Serenísima República de Venecia.1 ¡Ah, Padua! Aquellos dieciocho años fueron, en verdad, «los mejores de toda mi vida».6 El ambiente intelectual era vibrante, estimulante, y lo más importante, gozaba de una libertad que no había conocido en Pisa o Florencia. La influencia de la Inquisición romana era mucho menor en territorio veneciano, lo que permitía un respiro para el pensamiento audaz.3
Mis deberes incluían la enseñanza de geometría, mecánica y astronomía.1 Inicialmente, seguía los textos clásicos de Euclides y la astronomía geocéntrica de Ptolomeo, pero mi mente ya bullía con nuevas ideas. También impartía clases sobre arquitectura militar y fortificaciones 3, e incluso asesoré a los constructores navales del famoso Arsenal de Venecia.24 Mi reputación como conferenciante creció, atrayendo a numerosos estudiantes.24 En privado, continuaba mis investigaciones sobre el movimiento, desarrollando las leyes de la caída de los cuerpos y estudiando la trayectoria parabólica de los proyectiles 3, ideas que formarían el núcleo de mis futuras Dos Nuevas Ciencias.4 Escribí mi Trattato di Mechaniche 24 y concebí ingenios prácticos, como una bomba para elevar agua.24 También construí mi primer termoscopio, un instrumento para observar las variaciones de temperatura.3
Sin embargo, las cargas familiares heredadas tras la muerte de mi padre seguían pesando.1 El salario universitario, aunque mejor que en Pisa, no bastaba. Para complementar mis ingresos, impartía numerosas clases particulares a estudiantes acomodados, algunos de los cuales incluso alojaba en mi casa.3 Fue en esta época, alrededor de 1597, cuando mi ingenio práctico dio un fruto notable y lucrativo: inventé el compasso geometrico et militare.24 Este instrumento, un precursor de la regla de cálculo, permitía realizar complejos cálculos geométricos y balísticos de forma sencilla, incluso sin profundos conocimientos matemáticos.24 Tuvo un éxito considerable. Tanto, que necesité contratar un amanuense para copiar el manual de instrucciones que lo acompañaba, y en 1606 decidí publicarlo yo mismo, siendo esta mi primera obra impresa.24 Este compás no solo alivió mis finanzas, sino que también me permitió cultivar relaciones con personajes influyentes, dedicando el manual a mi antiguo alumno, Cosme de Médicis, futuro Gran Duque de Toscana 24, allanando sutilmente el camino hacia un posible mecenazgo futuro.
Mi vida personal también floreció en Padua, aunque de manera poco convencional para la época. Durante uno de mis viajes a Venecia, hacia 1599, conocí a Marina Gamba, una joven veneciana.3 Nuestra relación, apasionada y duradera, nunca se formalizó en matrimonio, quizás por la diferencia de nuestros estatus sociales.24 Marina se trasladó a Padua, viviendo en una casa cercana a la mía.6 Juntos tuvimos tres hijos, mi mayor alegría y también una fuente de futuras preocupaciones: Virginia, nacida en 1600, Livia al año siguiente, y mi único hijo varón, Vincenzio, en 1606.1 Fueron inscritos como hijos naturales, una circunstancia común, pero que tendría consecuencias más adelante, especialmente para mis hijas.
Estos años no estuvieron exentos de dificultades. Hacia 1606, una grave enfermedad infecciosa me postró, junto a dos amigos; fui el único que sobrevivió, pero las secuelas me dejaron un reumatismo crónico que me acompañaría el resto de mis días.3 Fue también durante estos fructíferos años en Padua, alrededor de 1595, cuando mis estudios y reflexiones me llevaron a inclinarme decididamente por la teoría heliocéntrica de Copérnico 9, aunque la prudencia me aconsejaba no proclamarlo abiertamente todavía.24 El sistema de Ptolomeo me parecía cada vez más artificioso e insatisfactorio para explicar los movimientos celestes. La semilla de la revolución astronómica estaba plantada, esperando el instrumento que la haría germinar.
(IV. Los Cielos Revelados: El Occhiale (1609-1610))
El año 1609 trajo consigo noticias que cambiarían el curso de mi vida y de la astronomía para siempre. Llegaron a mis oídos rumores desde Holanda sobre un ingenioso artefacto, un «vidrio de perspectiva» o catalejo, que permitía ver objetos lejanos como si estuvieran cerca.1 Aunque la invención original se atribuye a otros, quizás a Hans Lippershey 33, comprendí de inmediato los principios ópticos que lo hacían posible.34 Mi experiencia previa en la construcción de instrumentos científicos y mi habilidad manual me impulsaron a fabricar mi propia versión.24
Trabajé febrilmente, puliendo lentes con mis propias manos 24, experimentando con distintas combinaciones. Mi objetivo no era simplemente replicar el catalejo holandés, sino perfeccionarlo.1 Pronto logré construir un instrumento que superaba con creces los modelos iniciales: primero con 8 o 9 aumentos 24, y poco después alcancé los 20 10, incluso llegando a 30 aumentos en versiones posteriores.1 Mi diseño utilizaba una lente objetivo convergente (plano-convexa) y una lente ocular divergente (plano-cóncava).33 Esta configuración, aunque tenía un campo de visión estrecho 39, ofrecía la ventaja de producir una imagen derecha y no invertida 25, crucial para las observaciones terrestres y, como pronto descubriría, también para las celestes. Llamé a mi creación el occhiale.
La verdadera revolución comenzó cuando, movido por una curiosidad irrefrenable, decidí apuntar mi occhiale no hacia barcos lejanos o campanarios, sino hacia el firmamento nocturno.1 ¡Qué espectáculo se desplegó ante mis ojos! La emoción de ser el primer hombre en contemplar el universo con tal detalle es indescriptible.
La Luna, nuestro satélite familiar, fue mi primer objetivo. Lejos de ser la esfera perfecta, lisa e inmutable que postulaba Aristóteles, se reveló como un mundo asombrosamente similar al nuestro.11 Observé valles oscuros y vastas planicies que llamé «mares», y sobre todo, montañas cuyas sombras cambiantes delataban su altura.10 Midiento la longitud de estas sombras cerca del terminador (la línea que separa la luz de la oscuridad), estimé que algunas cumbres alcanzaban alturas considerables, ¡quizás hasta 6 kilómetros!.10 Plasme estas observaciones en dibujos detallados.10 La doctrina de la perfección celestial, pilar de la cosmología antigua, se resquebrajaba ante la evidencia empírica.
Luego dirigí mi instrumento hacia las estrellas. ¡Su número se multiplicó hasta lo infinito! Constelaciones familiares como Orión o las Pléyades revelaron contener muchísimas más estrellas de las que el ojo desnudo podía percibir.10 La Vía Láctea, esa mancha lechosa en el cielo, se resolvió en una miríada de estrellas individuales, tan densas y lejanas que su luz se fundía en una neblina.11 El universo se mostraba inmensamente más vasto y poblado de lo que nadie había imaginado.
Pero el descubrimiento que causó mayor conmoción, la prueba más palpable contra el viejo sistema geocéntrico, llegó en enero de 1610. Observando Júpiter noche tras noche, noté cuatro pequeños puntos luminosos que parecían acompañarlo en su viaje por el cielo.4 Al principio pensé que eran estrellas fijas, pero su posición relativa a Júpiter cambiaba constantemente de una manera ordenada. ¡No eran estrellas, eran lunas! Satélites que giraban inequívocamente alrededor de Júpiter, tal como nuestra Luna gira alrededor de la Tierra. Era la demostración visual de que no todos los cuerpos celestes orbitaban nuestro planeta.10 ¡Un sistema copernicano en miniatura!
Comprendí la urgencia y la trascendencia de estos hallazgos. Debía comunicarlos al mundo sin demora. Me dediqué febrilmente a escribir un breve tratado en latín, la lengua franca de la ciencia europea, describiendo mis observaciones y acompañándolas de mis dibujos. En marzo de 1610, apenas unos meses después de mis primeras miradas al cielo con el occhiale, se publicó en Venecia mi Sidereus Nuncius, el Mensajero Sideral.10 Fue la primera obra científica basada enteramente en observaciones telescópicas 11, y su impacto fue inmediato y profundo, marcando el inicio de una nueva era en la astronomía.
Tabla 1: Descubrimientos Telescópicos Clave (1609-1610) y su Significado
Descubrimiento | Fecha Aprox. | Detalles de Observación | Significado (Desafío a la Visión Aristotélico-Ptolemaica) | Referencias |
Superficie Lunar | 1609 | Montañas, valles (cráteres), «mares» | Refutó la perfección e inmutabilidad celestiales; demostró que la Luna tenía una geografía similar a la Tierra. | 10 |
Inmensidad Estelar | 1609-1610 | Resolución de la Vía Láctea y nebulosas en estrellas; >10x estrellas visibles | Reveló un universo mucho más vasto de lo imaginado; cuestionó las ideas de un cosmos finito y la distinción absoluta entre estrellas y «nebulosas». | 10 |
Lunas de Júpiter | Ene 1610 | Cuatro cuerpos («Estrellas Mediceas») orbitando Júpiter | Demostró que no todos los cuerpos celestes orbitaban la Tierra; proporcionó una analogía poderosa para el sistema heliocéntrico y refutó un pilar del geocentrismo. | 4 |
(V. Florencia, Fama y las Semillas del Conflicto (1610-1616))
El éxito del Sidereus Nuncius me abrió las puertas de la corte medicea. En septiembre de 1610, dejé atrás la libertad académica de Padua para trasladarme a Florencia.3 Acepté el prestigioso cargo de Primer Matemático y Filósofo del Gran Duque de Toscana, Cosme II de Médicis, a quien había dedicado mi obra y había instruido en el uso del compás.24 Las motivaciones eran claras: un salario considerablemente mayor que aliviaría mis perennes cargas familiares 1, el honor del título y, sobre todo, la liberación de las tediosas obligaciones docentes, lo que me permitiría dedicarme por completo a la investigación.3 Sin embargo, quizás subestimé el precio de este cambio: la cercanía al poder de Roma y a los círculos aristotélicos más conservadores me expondría a un escrutinio mucho más intenso que en la más independiente Venecia.3 Fue un movimiento estratégico en mi carrera, pero que, sin preverlo, me acercó al ojo de la tormenta.
En Florencia, continué mis observaciones con fervor.3 A finales de 1610, dirigí mi occhiale hacia Venus y confirmé lo que mi adhesión a Copérnico me hacía sospechar: el planeta mostraba fases, similares a las de nuestra Luna, pasando de una fina creciente a una fase casi llena.10 Este descubrimiento fue crucial. El modelo de Ptolomeo, con Venus orbitando la Tierra en un epiciclo situado siempre entre la Tierra y el Sol, no podía explicar de ninguna manera una fase «llena» de Venus. En cambio, si Venus orbitaba al Sol, como proponía Copérnico (y también Tycho Brahe, aunque su sistema era diferente), estas fases eran una consecuencia natural y necesaria.16 Era, quizás, la prueba observacional más contundente contra el sistema ptolemaico que poseía en ese momento.49
También observé el Sol, no sin riesgo para mi vista, utilizando proyecciones o mi invento, el helioscopio 38, para proteger mis ojos. Descubrí manchas oscuras en su superficie.3 Esto no solo desafiaba la idea aristotélica de la perfección e inmutabilidad del Sol, sino que, al seguir el movimiento de estas manchas día tras día, demostré que el propio Sol giraba sobre su eje.3 Esta rotación solar proporcionaba una poderosa analogía: si un cuerpo tan masivo como el Sol podía rotar, ¿por qué no la Tierra? La controversia sobre la prioridad de este descubrimiento con el jesuita Christoph Scheiner 4 fue una muestra temprana de las rivalidades que mis hallazgos suscitaban. En cuanto a Saturno, seguía mostrándome una forma extraña, como si tuviera «asas» o «apéndices» a sus lados 10, pero la potencia de mi telescopio aún no era suficiente para discernir la verdadera naturaleza de sus anillos 37; eso quedaría para observadores futuros con instrumentos más potentes.
Mi fama se extendió por toda Europa. En 1611 realicé un viaje triunfal a Roma.15 Presenté mis descubrimientos y mi telescopio a los influyentes astrónomos jesuitas del Colegio Romano, incluido el respetado Christopher Clavius, artífice de la reforma del calendario.12 Para mi satisfacción, confirmaron la veracidad de mis observaciones, aunque no necesariamente aceptaran mis conclusiones heliocéntricas. Fui recibido con honores y agasajado, e ingresé en la prestigiosa Accademia dei Lincei, la primera sociedad científica del mundo, fundada por el príncipe Federico Cesi.24 Parecía que la razón y la evidencia podrían abrirse camino.
Pero las sombras de la oposición comenzaban a alargarse. Filósofos aferrados a Aristóteles 2 y teólogos conservadores 2 intensificaron sus ataques. Figuras como Ludovico delle Colombe 43 se convirtieron en mis detractores acérrimos. La discusión se desplazó peligrosamente del terreno científico al teológico: ¿cómo conciliar un Sol central y una Tierra móvil con ciertos pasajes de las Sagradas Escrituras interpretados literalmente?2 Argumenté, en cartas como la dirigida a mi discípulo Benedetto Castelli 2, que la ciencia y la fe no podían contradecirse, pues ambas procedían de Dios. Sostuve que el libro de la Naturaleza estaba escrito en lenguaje matemático y era inequívoco, mientras que las Escrituras, aunque divinamente inspiradas, usaban un lenguaje adaptado a la comprensión popular y requerían una interpretación cuidadosa que no entrara en conflicto con la realidad demostrada.14 Quizás, como sugieren algunos hallazgos recientes sobre una carta mía de esa época 52, ya entonces intenté suavizar mis afirmaciones más rotundas al comunicarme con las autoridades eclesiásticas, consciente del peligro y buscando una vía pragmática para evitar el conflicto directo.
Mis esfuerzos por persuadir y razonar fueron en vano. Las denuncias llegaron a la Inquisición.2 A finales de 1615, fui llamado a Roma para responder por mis ideas.2 Me enfrenté al Cardenal Roberto Bellarmino, un teólogo de inmenso prestigio y poder, conocido como «el martillo de los herejes».50 Bellarmino, aunque personalmente quizás no hostil, me advirtió con firmeza: podía tratar el sistema de Copérnico como una hipótesis matemática útil para los cálculos, pero no como una descripción real del mundo, a menos que pudiera ofrecer pruebas físicas irrefutables, cosa que, admito, aún no poseía de forma concluyente según los criterios de la época.2 Poco después, en febrero de 1616, una comisión de teólogos calificadores del Santo Oficio declaró la tesis heliocéntrica (el Sol inmóvil en el centro y la Tierra móvil) como «formalmente herética» por contradecir la interpretación literal de las Escrituras.2
El 26 de febrero de 1616, Bellarmino me comunicó formalmente esta decisión y me entregó una severa amonestación, una orden directa del Papa Paulo V: debía abstenerme por completo de «sostener, enseñar o defender» la doctrina copernicana de cualquier forma, ya fuera oralmente o por escrito.2 Poco después, la obra magna de Copérnico, De Revolutionibus Orbium Coelestium, fue incluida en el Índice de Libros Prohibidos, suspendida hasta que se realizaran correcciones para presentarla como mera hipótesis.2 Recibí el golpe con consternación. Aunque Bellarmino me extendió un certificado aclarando que no había sido condenado ni obligado a abjurar formalmente (quizás para acallar rumores malintencionados) 51, la advertencia era clara y ominosa. Me encontraba en una encrucijada peligrosa, silenciado en el tema que más me apasionaba, bajo la atenta vigilancia de la Inquisición. Creí que la evidencia hablaría por sí misma, pero me enfrentaba a un muro de autoridad dogmática que priorizaba la interpretación tradicional sobre la observación directa del universo.
(VI. El Dialogo: Una Conversación Peligrosa (1616-1633))
Los años que siguieron a la amonestación de 1616 fueron de una cautela forzada, un silencio relativo sobre la cuestión copernicana. Me dediqué a otros trabajos, siempre con la advertencia resonando en mis oídos. Estudié la naturaleza de las mareas, intentando (erróneamente, como se vería después) usarlas como prueba del movimiento terrestre en mi Discurso sobre el flujo y reflujo del mar.12 Polemicé sobre la naturaleza de los cometas y defendí la primacía de la observación y la experimentación en mi obra Il Saggiatore (El Ensayador), publicada en 1623.5 En esta obra, escrita en un italiano elegante y combativo, afirmé mi célebre máxima: que el libro del universo está escrito en lenguaje matemático, y que sin comprender sus caracteres –triángulos, círculos y otras figuras geométricas– es imposible entender una sola palabra.4 Astutamente, dediqué Il Saggiatore al recién elegido Papa Urbano VIII, antes Cardenal Maffeo Barberini.5
La elección de Barberini en 1623 encendió en mí una nueva esperanza.2 Conocía su intelecto agudo y su admiración por mi trabajo. Creí, quizás con exceso de optimismo, que bajo su pontificado habría más espacio para la discusión científica.14 Viajé a Roma en 1624 y mantuve varias audiencias con él. El Papa me recibió con afabilidad, pero su posición fue sutilmente restrictiva: me dio a entender que podía discutir los sistemas de Ptolomeo y Copérnico, pero siempre presentándolos como hipótesis matemáticas, sin declarar la superioridad física de Copérnico, y asegurándome de incluir el argumento teológico favorito del propio Papa sobre la omnipotencia divina, que podría haber creado el universo de formas incomprensibles para nosotros, haciendo imposible cualquier certeza absoluta sobre su estructura.2
Interpreté esta conversación como una luz verde, aunque condicionada. Mi convicción en la verdad del sistema heliocéntrico, reforzada por años de observación y reflexión, era demasiado fuerte para permanecer silenciada. Decidí emprender la redacción de una obra magna que expusiera de forma exhaustiva los argumentos a favor y en contra de los dos principales sistemas del mundo: el geocéntrico de Ptolomeo y Aristóteles, y el heliocéntrico de Copérnico.1 Elegí la forma de diálogo, una estructura clásica que permitía presentar diferentes puntos de vista y desarrollar los argumentos de manera más viva y accesible.63 Y, crucialmente, decidí escribirlo en italiano, no en el latín académico, para que mis ideas llegaran a un público más amplio, más allá de los clérigos y universitarios.44 Quería que mis compatriotas, los hombres cultos de Italia, pudieran juzgar por sí mismos.
Creé tres personajes para llevar la conversación a lo largo de cuatro jornadas 43: Salviati, un académico agudo y elocuente, portavoz de las ideas copernicanas (y, en esencia, de las mías propias), cuyo nombre tomé de un querido amigo florentino; Sagredo, un noble veneciano inteligente y de mente abierta, ávido de aprender y juzgar con imparcialidad, nombrado en honor a otro gran amigo; y Simplicio, un filósofo peripatético, defensor acérrimo de las doctrinas de Aristóteles y Ptolomeo, cuyo nombre evocaba a un antiguo comentador de Aristóteles, pero que en mi obra representaba la terquedad del pensamiento dogmático.43 A través de sus debates, expuse las pruebas telescópicas (las fases de Venus, las manchas solares, las lunas de Júpiter), los argumentos sobre el movimiento relativo (como el famoso ejemplo de la nave), y refuté las objeciones tradicionales contra el movimiento de la Tierra.43 Aunque presenté formalmente ambos sistemas, no cabía duda de que los argumentos de Salviati eran mucho más sólidos y convincentes que las defensas a menudo torpes de Simplicio.
Obtener el permiso para imprimir el Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo fue un proceso largo y arduo (1630-1632). Tuve que negociar con los censores eclesiásticos tanto en Roma como en Florencia, realizando cambios y añadiendo un prólogo y un epílogo que enfatizaban el carácter hipotético de la discusión, tal como el Papa parecía haber requerido.51 Finalmente, con la licencia en mano, el libro vio la luz en Florencia en febrero de 1632.1
El éxito fue inmediato y clamoroso.55 Pero la reacción de mis enemigos fue igualmente rápida y feroz. Y lo que fue peor, el Papa Urbano VIII, mi supuesto protector, montó en cólera.2 Se sintió traicionado y ridiculizado. Le hicieron creer que el personaje de Simplicio, que exponía de forma débil y a menudo ingenua los argumentos tradicionales –incluidos los que el propio Papa me había sugerido incluir–, era una caricatura de él mismo.2 Consideró que había violado flagrantemente la prohibición de 1616, que había abusado de su confianza y que había presentado el copernicanismo no como una hipótesis, sino como una verdad demostrada.2 Mi intento de navegar las peligrosas aguas de la censura y la política eclesiástica había fracasado estrepitosamente. La amistad papal se tornó en ira, y la maquinaria de la Inquisición se puso de nuevo en marcha. En el otoño de 1632, recibí la temida orden: debía presentarme inmediatamente en Roma para ser juzgado por el Santo Oficio.1 A mis casi setenta años, achacoso y con la salud debilitada 51, el viaje y el proceso se antojaban una prueba terrible, pero la orden era inapelable. La conversación que había querido entablar con el mundo se había convertido en una acusación formal de herejía.
(VII. El Peso de la Abjuración, La Luz Interior (1633-1642))
El proceso ante el Santo Oficio en Roma, que se prolongó durante varios meses en 1633, fue la prueba más amarga de mi vida.1 Fui sometido a varios interrogatorios, siempre bajo la sombra ominosa de la posible tortura física, aunque esta no llegó a aplicarse.2 El núcleo de la acusación era claro: haber desobedecido la ordenanza de 1616, sosteniendo y defendiendo la doctrina copernicana como verdadera en mi Dialogo.2 Presenté en mi defensa el certificado que me había extendido el Cardenal Bellarmino en 1616, que afirmaba que no se me había impuesto ninguna abjuración ni penitencia, sino solo la notificación de la declaración del Índice que prohibía la doctrina.51 Argumenté que mi intención en el Dialogo había sido exponer los argumentos de ambos sistemas de forma hipotética. Pero mis jueces no se dejaron convencer. Una comisión de teólogos dictaminó que mi libro efectivamente enseñaba y defendía el heliocentrismo.2
El 22 de junio de 1633, en el convento de Santa Maria sopra Minerva, escuché la sentencia. Fui declarado «vehementemente sospechoso de herejía».2 Los motivos: haber sostenido y creído una doctrina falsa y contraria a las Sagradas Escrituras –que el Sol es el centro inmóvil del mundo y que la Tierra se mueve– después de que me hubiera sido prohibido, y haber afirmado que se podía sostener como probable una opinión declarada contraria a la Escritura.2
La condena incluía la parte más dolorosa y humillante: la abjuración pública.1 Allí, de rodillas ante mis jueces, tuve que leer un texto preparado en el que renegaba de mis «errores y herejías», y «abjuraba, maldecía y detestaba» la opinión de que el Sol fuera el centro y la Tierra se moviera.2 ¿Qué pasaba por mi mente en ese momento? El miedo, sin duda, el instinto de preservar la vida que aún me quedaba 50, pero también una profunda amargura por tener que negar la verdad que mis ojos y mi razón me habían mostrado. La leyenda dice que al levantarme murmuré «Eppur si muove».1 Quizás no lo dije en voz alta, ¿quién se habría atrevido? Pero en lo más profundo de mi ser, la convicción permanecía intacta. La Tierra seguía girando, independientemente de lo que yo me viera forzado a declarar.
La sentencia original me condenaba a prisión formal a discreción de la Inquisición.2 Sin embargo, al día siguiente, esta pena fue conmutada por arresto domiciliario perpetuo.1 Mi Dialogo fue incluido en el Índice de Libros Prohibidos, y se me prohibió publicar cualquier obra, pasada o futura.2 Pasé un tiempo inicial en Siena, bajo la custodia amable del Arzobispo Ascanio Piccolomini 2, un hombre culto que alivió mi ánimo. Luego, se me permitió regresar a mi villa «Il Gioiello» en Arcetri, en las colinas cercanas a Florencia 1, donde permanecería confinado hasta el final de mis días.
La vida bajo arresto era de aislamiento y restricciones severas. No podía recibir visitas libremente ni abandonar la villa sin permiso expreso.1 Mi único consuelo era la cercanía del convento de San Mateo, donde residían mis dos hijas, Virginia (Sor María Celeste) y Livia (Sor Arcángela).3 Mi relación con Livia siempre fue distante; nunca me perdonó haberla obligado a tomar los hábitos.14 Pero Virginia, mi Sor María Celeste, fue mi apoyo incondicional, mi confidente, «una mujer de mente exquisita, bondad singular y muy tiernamente apegada a mí».7 Sus cartas, de las cuales conservo 124 8, son un testimonio conmovedor de su amor filial, su inteligencia y su profunda fe. Me enviaba remedios que preparaba en la botica del convento, me confeccionaba ropa, compartía las pequeñas noticias de su vida enclaustrada y, sobre todo, me ofrecía consuelo espiritual y comprensión en mis horas más oscuras.8 Sufrí inmensamente con ella cuando conoció mi condena.8 Su muerte prematura en abril de 1634 6, apenas un año después de mi abjuración, fue un golpe devastador, una pérdida irreparable que sumió mis últimos años en una tristeza aún más profunda. En mis últimos tiempos, mi hijo Vincenzio, ya legitimado y casado 13, vino a vivir conmigo y me asistió con cariño.3
A pesar de la reclusión, la tristeza y la progresiva pérdida de visión que me dejó completamente ciego en 1638 1, mi mente no se detuvo. Retomé el trabajo sobre el movimiento y la resistencia de los materiales que había iniciado décadas atrás. Dicté mis pensamientos y demostraciones a mis fieles discípulos, como Vincenzo Viviani y Evangelista Torricelli.3 El resultado fue mi última gran obra, los Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze.3 Consciente de que jamás obtendría permiso para publicarla en Italia, logré que el manuscrito fuera sacado clandestinamente del país y publicado en Leiden, Holanda, por los Elzevir en 1638.2 Esta obra, que sentaba las bases matemáticas de la cinemática y la resistencia de materiales, fue mi verdadero testamento científico, la fundación de la física moderna.3 Fue mi último acto de desafío intelectual, una demostración de que, aunque mi cuerpo estuviera confinado y mis ojos apagados, mi espíritu seguía explorando las leyes del universo.
Finalmente, mi larga jornada llegó a su fin. Fallecí en mi villa de Arcetri, la noche del 8 de enero de 1642, a los 77 años de edad.1 Mi condición de condenado por la Inquisición dificultó incluso mi entierro.13 Pero el tiempo, que todo lo pone en su lugar, eventualmente haría justicia. Mis restos descansan ahora en la Basílica de Santa Croce en Florencia, junto a otros grandes de Italia 3, y mi querida María Celeste yace cerca.
(Epílogo: Eppur Si Muove?)
Aquí yazgo, en el umbral de la eternidad, un anciano ciego confinado en su villa. He sido condenado por la Santa Iglesia, obligado a renegar de lo que mis propios ojos vieron a través del occhiale y mi razón demostró. Pero, ¿puede una sentencia humana detener el movimiento de los planetas o cambiar las leyes inmutables que rigen el universo?
Mi vida ha sido una búsqueda incesante de la verdad, una verdad inscrita no en polvorientos pergaminos de autoridad incuestionada, sino en el gran libro de la Naturaleza, un libro escrito, como siempre sostuve, en el lenguaje de las matemáticas.4 He intentado descifrar algunos de sus caracteres: las leyes del péndulo y de la caída de los cuerpos 22, la verdadera faz de la Luna 10, los compañeros de Júpiter 10, las fases de Venus que delatan su danza alrededor del Sol.25 He defendido la sensata esperienza y las certe dimostrazioni –la observación atenta y la demostración rigurosa– como las únicas guías fiables en el camino del conocimiento.10
Sé que mi trabajo no está completo. He sentado las bases de dos nuevas ciencias, las de la mecánica y el movimiento 3, pero serán otros, quizás gigantes que se apoyen sobre mis hombros, como el joven Newton en Inglaterra, quienes construirán sobre estos cimientos el edificio completo de una nueva física.10 Confío en que las generaciones futuras, armadas con instrumentos aún más potentes y mentes libres de prejuicios, continuarán explorando los cielos y desentrañando los misterios del cosmos, vindicando no solo mis descubrimientos, sino el método mismo que he tratado de establecer.4
¿El conflicto entre ciencia y fe? Sigo creyendo, como creí siempre, que es un conflicto aparente, nacido de la ignorancia y el miedo a cuestionar interpretaciones erróneas.14 La verdad divina no puede contradecirse a sí misma, ya se manifieste en las Escrituras o en la Creación. Quizás algún día, la Iglesia misma reconocerá el error cometido conmigo.4
Mi cuerpo está aquí confinado, mis ojos no ven la luz del Sol. Pero mi mente es libre y la verdad que he vislumbrado sigue su curso. Sí, a pesar de todo… eppur si muove.
Obras citadas
- Biografía – Galileo Galilei – YouTube, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.youtube.com/watch?v=zgkXpVZNvm0
- Proceso a Galileo Galilei – Wikipedia, la enciclopedia libre, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://es.wikipedia.org/wiki/Proceso_a_Galileo_Galilei
- Galileo Galilei – Wikipedia, la enciclopedia libre, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://es.wikipedia.org/wiki/Galileo_Galilei
- Galileo Galilei: Biografía y descubrimientos astronómicos – Sky Andaluz, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://skyandaluz.com/blog/galileo-galilei-biografia-y-descubrimientos-astronomicos/
- ¿Qué motivos se ocultan tras la condena a Galileo? – La Vanguardia, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-moderna/20190206/47313078775/galileo-condenado.html
- La vida privada de Galileo Galilei: una mirada a la persona detrás del genio científico, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.muyinteresante.com/ciencia/63402.html
- Maria Celeste – Wikipedia, la enciclopedia libre, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://es.wikipedia.org/wiki/Maria_Celeste
- Vino bajo las estrellas: María Celeste, la hija de Galileo – Programate | Parque Explora, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.parqueexplora.org/programate/vino-bajo-las-estrellas-maria-celeste-la-hija-de-galileo
- Biografía de Galileo Galilei, fecha de acceso: mayo 1, 2025, http://www.santillanaplus.com.co/libros/files/2016/saberes/len5est/data/RECURSOS/ESARC00007642/rec_archivo_esarc00007642_06112016022743.pdf
- El legado de Galileo en la ciencia: 9 grandes aportaciones, más allá del telescopio, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/9-aportaciones-galileo-galilei-ciencia-mas-alla-telescopio_21728
- Sidereus Nuncius : Galileo Galilei : Free Download, Borrow, and Streaming, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://archive.org/details/sidereus_nuncius_202004
- Galileo, el científico que desafió a la Iglesia – Historia National Geographic, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://historia.nationalgeographic.com.es/a/galileo-cientifico-que-desafio-iglesia_20146
- Galileo Galilei: El Padre de la Física Moderna – Nutshell Summaries, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.nutshellapp.com/publicsummaries/galileo-galilei%3A-el-padre-de-la-f%C3%ADsica-moderna
- Galileo, el astrónomo más persistente – Historia National Geographic, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://historia.nationalgeographic.com.es/a/galileo-astronomo-mas-persistente_16083
- El juicio a Galileo Galilei: la temible Inquisición, la revolución del telescopio y un misterio aún no resuelto – Infobae, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.infobae.com/historias/2023/04/12/el-juicio-a-galileo-galilei-la-temible-inquisicion-la-revolucion-del-telescopio-y-un-misterio-aun-no-resuelto/
- Galileo (III): el conflicto con la Iglesia – Cuaderno de Cultura Científica, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://culturacientifica.com/2015/07/29/galileo-iii-el-conflicto-con-la-iglesia/
- Galileo Galilei vs la Inquisición: la controversia que cambió nuestra comprensión del universo – El Sol de Tampico | Noticias Locales, Policiacas, sobre México, Tamaulipas y el Mundo, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://oem.com.mx/elsoldetampico/ciencia-y-salud/galileo-galilei-vs-la-inquisicion-la-controversia-que-cambio-nuestra-comprension-del-universo-13332486
- Breve biografía de Galileo Galilei – Museo Virtual de la Ciencia del CSIC, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://museovirtual.csic.es/salas/magnetismo/biografias/galileo.htm
- Galileo Galilei – Revista Ciencia, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.revistaciencia.amc.edu.mx/images/revista/60_1/PDF/04-Galileo.pdf
- Galileo Galilei: Biografía – Webdianoia, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.webdianoia.com/moderna/galileo/galileo_bio.htm
- Galileo Galilei: La astronomía y la física moderna, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://aeac.science/actividad/galileo/
- Galileo Galilei Legado, Obra y Vida – Física en Línea, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://fisicaenlinea.com/2024/09/23/galileo-galilei-legado-obra-y-vida/
- Galileo Galilei: biografía y aportes a la ciencia de este investigador – Psicología y Mente, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://psicologiaymente.com/biografias/galileo-galilei
- rac.es, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://rac.es/ficheros/doc/01110.pdf
- 10 Ejemplos de Aportaciones de Galileo Galilei, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.ejemplos.co/10-ejemplos-de-aportaciones-de-galileo-galilei/
- Galileo Galilei | Planetario Chile, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://planetariochile.cl/wp-content/uploads/2020/04/Galileo-Galilei-experiencias.pdf
- Curiosidades sobre Galileo Galilei – Muy Interesante, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.muyinteresante.com/ciencia/15748.html
- ¿Quién es Galileo Galilei? – Padova, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.turismopadova.it/es/galileo-galilei/
- Doctor Julio César Potenziani Bigelli: LA UNIVERSIDAD DE PADUA, FORJADORA DEL PENSAMIENTO MEDICO Y CIENTIFICO MODERNO, fecha de acceso: mayo 1, 2025, http://www.sexarchive.info/BIB/Potenziani/potenziani12.htm
- Galileo Galilei – Enciclopedia de la Historia del Mundo, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.worldhistory.org/trans/es/1-19494/galileo-galilei/
- Marina Gamba – The Galileo Project | Family, fecha de acceso: mayo 1, 2025, http://galileo.rice.edu/fam/marina.html
- Vincenzo Gamba – Wikipedia, la enciclopedia libre, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://es.wikipedia.org/wiki/Vincenzo_Gamba
- El telescopio de Galileo Galilei – Pasaporte al Cosmos, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://pasaportealcosmos.com/telescopios/el-telescopio-de-galileo-galilei/
- Galileo: cómo este astrónomo y su telescopio cambiaron el paradigma sobre el universo, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://mymodernmet.com/es/galileo-galilei-telescopio/
- Galileo no inventó el telescopio, fue… – Muy Interesante, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.muyinteresante.com/ciencia/20151.html
- es.wikipedia.org, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://es.wikipedia.org/wiki/Galileo_Galilei#:~:text=Sus%20logros%20incluyen%20la%20mejora,padre%20de%20la%20ciencia%20moderna%C2%BB.
- Recreando las observaciones de Galileo: experimentando con telescopios en el laboratorio, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.group.sener/insights/recreando-las-observaciones-de-galileo-experimentando-con-telescopios-en-el-laboratorio/
- Anteojos de Galileo: El Telescopio que Cambió la Astronomía – Optica Naranjo, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://opticanaranjo.com.ar/gravity-anteojos/
- Anteojo de Galileo: El Telescopio Revolucionario – Optica Naranjo, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://opticanaranjo.com.ar/anteojos-discovery/
- Galileo y el telescopio astronómico – Teo Palacios Blog, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://teopalacios.com/galileo-y-el-telescopio-astronomico/
- El telescopio – Nueva Escuela Mexicana Digital, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://nuevaescuelamexicana.sep.gob.mx/contenido/coleccion/el-telescopio/
- UNIVERSIDAD PANAMERICANA ESCUELA DE FILOSOFÍA LA CIENCIA Y LA FE DE GALILEO: ANÁLISIS DE LAS APORTACIONES CIENTÍFICAS DE GAL – Biblioteca Digital UP, fecha de acceso: mayo 1, 2025, http://biblio.upmx.mx/tesis/190943.pdf
- Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo – Wikipedia, la enciclopedia libre, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://es.wikipedia.org/wiki/Di%C3%A1logos_sobre_los_dos_m%C3%A1ximos_sistemas_del_mundo
- Diálogo sobre… – Literatura Europea, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.literaturaeuropea.es/obras/dialogo-sobre-/
- Argumentos de Galileo en favor del Heliocentrismo – Google Docs, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://docs.google.com/document/d/1dtarLIxfcoVqfJ_fmqgTzgh6i93bUYEhwnwXL8sLJ38/
- Del otro lado del occhiale galileano… ¿verdades o quimeras? – Revista Ciencias, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.revistacienciasunam.com/es/42-revistas/revista-ciencias-95/177-del-otro-lado-del-occhiale-galileano-iverdades-o-quimeras.html
- Galileo en la Universidad de Padua demostrando las nuevas teorías astronómicas, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://munal.emuseum.com/objects/115/galileo-en-la-universidad-de-padua-demostrando-las-nuevas-
- El mensajero de las estrellas | Afán por saber, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://afanporsaber.com/el-mensajero-de-las-estrellas
- Las fases de Venus como prueba para argumentar sobre el movimiento de la Tierra: el paradigma newtoniano y la cosmología actual – Redalyc, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.redalyc.org/journal/920/92070576007/html/
- El enfrentamiento de Galileo con la Iglesia – Watchtower ONLINE LIBRARY – JW.ORG, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/102003284
- Sentencia de la Inquisición contra Galileo Galilei: el dogma contra la razón – Revistas Electrónicas UACJ, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://erevistas.uacj.mx/ojs/index.php/heuristica/article/download/1171/1009/4584
- El ‘misterio de las dos cartas’ resuelto 400 años después: este es el documento original por el que Galileo fue acusado de herejía – Xataka, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.xataka.com/investigacion/misterio-dos-cartas-resuelto-400-anos-despues-este-documento-original-que-galileo-fue-acusado-herejia
- Una carta hallada 250 años después indica cómo cedió Galileo – Revista Fapesp, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://revistapesquisa.fapesp.br/es/una-carta-hallada-250-anos-despues-indica-como-cedio-galileo/
- LA CARTA ADULTERADA DE GALILEO | REVISTA PERSEA, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://revistapersea.com/historia-de-la-ciencia/la-carta-adulterada-de-galileo/
- Historia en Muy Interesante, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.muyinteresante.com.mx/historia/1980.html
- Galileo Galilei vs. la Iglesia: cuál fue el conflicto que los tuvo enfrentados – La Nación, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/galileo-galilei-vs-la-iglesia-cual-fue-el-conflicto-que-los-tuvo-enfrentados-nid22062021/
- Lo que deberíamos saber sobre Galileo. Grupo Ciencia, Razón y Fe (CRYF). Universidad de Navarra, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/lo-que-deberiamos-saber-sobre-galileo
- Diccionario de Ciencias Eclesiasticas – Niceto Perujo, Juan Perez Angulo [Tomo 5].pdf, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://archive.org/download/narraciones-d-ela-eternidad-pe.-niceto-alonso-perujo/Diccionario%20de%20Ciencias%20Eclesiasticas%20-%20Niceto%20Perujo%2C%20Juan%20Perez%20Angulo%20%5BTomo%205%5D.pdf
- La Inquisición versus la razón: el caso Galileo – Muy Interesante, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.muyinteresante.com/ciencia/23976.html
- TEXTOS GALILEO GALILEI (1564-1642) DIALOGOS SOBRE LOS DOS MAXIMOS SISTEMAS DEL MUNDO: PTOLEMAICO Y COPERNICANO Sagredo – Filosofía, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://filosofiamaterialesyrecursos.es/Antologia_de_textos/14_Galileo.pdf
- Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemáico y copernicano, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://fq.iespm.es/documentos/rafael_artacho/1_bachillerato/l_dilogos_sobre_los_dos_mximos_sistemas.pdf
- «Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo», de Galileo Galilei – Principia, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://principia.io/2024/02/22/dialogos-sobre-los-dos-maximos-sistemas-del-mundo-de-galileo-galilei/
- ru.dgb.unam.mx, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://ru.dgb.unam.mx/jspui/bitstream/20.500.14330/TES01000233036/3/0233036.pdf
- Galileo Galilei. Grandes Científicos. Kids.CSIC, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.kids.csic.es/cientificos/galileo.html
- María Celeste, la hija de Galileo – Apple Podcasts, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://podcasts.apple.com/us/podcast/mar%C3%ADa-celeste-la-hija-de-galileo/id1441718546?i=1000634427732
- Family | Maria Celeste Galilei | Galileo’s Daughter: Letters and Essays, fecha de acceso: mayo 1, 2025, http://galileo.rice.edu/fam/daughter.html
- La hija de Galileo | Delibris, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.delibris.org/es/la-hija-de-galileo
- Galileo, el padre de la ciencia moderna – Universitat de València, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://www.uv.es/uvweb/unidad-cultura-cientifica-innovacion-catedra-divulgacion-ciencia/es/noticias/galileo-padre-ciencia-moderna-1285899375231/Novetat.html?id=1286033512748
- VI.- PENSAMIENTO Y LITERATURA – Wiki Casiopea, fecha de acceso: mayo 1, 2025, https://wiki.ead.pucv.cl/VI.-_PENSAMIENTO_Y_LITERATURA