El «Reloj del Apocalipsis», un poderoso y sombrío símbolo de la vulnerabilidad de la humanidad ante las catástrofes autoinfligidas, marca actualmente el momento de mayor peligro desde su creación. Este informe evalúa la posición actual de sus manecillas, las implicaciones de esta configuración sin precedentes y los riesgos multifacéticos que amenazan la continuidad de la civilización: pandemias globales, una crisis climática galopante y la persistente sombra de una guerra con potencial de escalada nuclear.

1. El Reloj del Apocalipsis: Un Barómetro de la Supervivencia Humana

El Reloj del Apocalipsis no es un instrumento de predicción, sino una evaluación simbólica de las amenazas existenciales que enfrenta la humanidad, principalmente aquellas creadas por ella misma. Su propósito es generar conciencia y urgencia entre el público y los líderes mundiales.

1.1. Origen y Propósito: Una Metáfora Urgente Nacida de la Era Atómica

El Reloj del Apocalipsis fue concebido en 1947 por el Boletín de Científicos Atómicos. Este grupo incluía a científicos que habían participado en el Proyecto Manhattan, el esfuerzo estadounidense que desarrolló las primeras armas nucleares durante la Segunda Guerra Mundial. Profundamente preocupados por las implicaciones de su propia creación, estos científicos, entre los que se contaban figuras de la talla de Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer, buscaron una forma impactante de comunicar al mundo la extrema peligrosidad de la era nuclear. La primera representación del Reloj fue un simple diseño en la portada del boletín, ideado para transmitir la inmediatez de la amenaza y la necesidad imperiosa de controlar las armas atómicas.

Desde su inicio, el Reloj se ha entendido como una herramienta simbólica, una metáfora visual que representa cuán cerca está la humanidad de una catástrofe global autoinfligida, siendo la medianoche la hora del apocalipsis. Su ajuste periódico se basa en la opinión experta de los miembros del Science and Security Board del Boletín, que incluye a científicos de diversas disciplinas y especialistas en seguridad, entre ellos varios premios Nobel.

La notable longevidad del Reloj, que ha marcado simbólicamente el tiempo durante más de siete décadas, trasciende su función original como advertencia sobre el peligro nuclear. Se ha convertido en un testimonio de la persistente incapacidad de la humanidad para abordar de manera concluyente las amenazas existenciales que ella misma genera. No es solo un recordatorio de los peligros de la Guerra Fría, sino una crónica de los desafíos contemporáneos y futuros. Si la amenaza original que motivó su creación no solo persiste sino que se ha visto acompañada por nuevos peligros existenciales como el cambio climático y los riesgos asociados a tecnologías disruptivas 1, esto apunta a una deficiencia sistémica en la gobernanza global del riesgo o a una subestimación crónica de la fragilidad de nuestra civilización.

Además, la propia necesidad de recurrir a una metáfora tan potente como el Reloj para comunicar riesgos complejos al público y a los responsables políticos podría interpretarse como una señal de las limitaciones de la comunicación científica tradicional o de una tendencia social hacia la complacencia frente a amenazas que parecen abstractas o lejanas en el tiempo. A pesar de la abundancia de informes científicos detallados de organismos como el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) o la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Boletín consideró necesario un símbolo visual contundente. Esto sugiere que los datos y análisis, por sí solos, pueden no ser suficientes para catalizar la acción necesaria. El Reloj actúa como un puente, traduciendo evaluaciones complejas en una imagen impactante y fácilmente comprensible, con el fin de «despertar» conciencias y movilizar voluntades.

1.2. Evolución del Reloj: Adaptándose a Nuevas Amenazas

Con el tiempo, el enfoque del Reloj del Apocalipsis se ha expandido más allá del peligro nuclear para abarcar otras amenazas existenciales provocadas por el ser humano. En 2007, el cambio climático fue formalmente incorporado como un peligro grave para la humanidad. Más recientemente, se han sumado preocupaciones sobre tecnologías disruptivas, incluyendo la inteligencia artificial (IA), la biotecnología y la propagación de desinformación.1

Las manecillas del Reloj han experimentado fluctuaciones significativas a lo largo de su historia, reflejando cambios en el panorama geopolítico y científico. Por ejemplo, en 1991, tras el fin de la Guerra Fría y la firma de importantes tratados de reducción de armas estratégicas, el Reloj se alejó hasta los 17 minutos de la medianoche, su posición más lejana. Sin embargo, en las últimas dos décadas, la tendencia general ha sido un avance progresivo hacia la medianoche, con algunos periodos de estancamiento.

El carácter dinámico del Reloj es fundamental, ya que refleja la evaluación continua de los riesgos globales por parte del Science and Security Board del Boletín. La inclusión de nuevas categorías de amenazas y el avance casi constante hacia la medianoche desde principios del siglo XXI, a pesar de breves momentos de estabilidad o retroceso, sugieren una aceleración o intensificación de los riesgos globales, o al menos una mayor conciencia de su gravedad y complejidad interconectada. La trayectoria es elocuente: de 7 minutos en sus inicios, a 17 minutos en 1991, pasando por 100 segundos en 2020, 90 segundos en 2023, y finalmente 89 segundos en 2025.1 Este patrón, especialmente pronunciado desde la incorporación del cambio climático en 2007, dibuja un panorama preocupante donde las medidas para mitigar estos riesgos parecen no estar siendo lo suficientemente efectivas o rápidas.

Esta ampliación de los criterios del Reloj también es un reflejo de la creciente comprensión de la interconexión de los riesgos existenciales. Ya no se perciben como amenazas aisladas, sino como componentes de un panorama de «policrisis», donde diferentes peligros se retroalimentan y amplifican mutuamente. El Reloj comenzó con el riesgo nuclear, añadió el cambio climático, y ahora considera la IA y la desinformación.1 La declaración de 2025 del Boletín identifica explícitamente la «degradación del ecosistema informativo» como un «multiplicador de amenazas» 1, lo que demuestra una visión sistémica donde el fallo en un área puede tener consecuencias graves y generalizadas en otras.

2. A 89 Segundos de la Medianoche: La Urgencia Actual (2025)

En su última actualización, el Boletín de Científicos Atómicos ha situado las manecillas del Reloj del Apocalipsis en una posición alarmantemente cercana a la catástrofe, subrayando una urgencia sin precedentes en la historia de esta simbólica advertencia.

2.1. La Posición Más Cercana Jamás Registrada

En enero de 2025, el Reloj del Apocalipsis fue ajustado a 89 segundos para la medianoche. Este movimiento, que lo acerca un segundo más al punto crítico en comparación con la configuración de 90 segundos mantenida en 2023 y 2024, marca la posición más alarmante en los 78 años de historia del Reloj.1 Aunque un cambio de un solo segundo pueda parecer menor, el Boletín lo describe como una «señal inequívoca de peligro extremo» 1, indicando que el mundo ya se encuentra «peligrosamente cerca del precipicio».

Para poner esta cifra en perspectiva, el Reloj se mantuvo a 100 segundos entre 2020 y 2022, antes de saltar a 90 segundos en 2023, una posición que se mantuvo en 2024. El actual ajuste a 89 segundos subraya la evaluación de los expertos de que la humanidad enfrenta un nivel de riesgo sin parangón.

El simbolismo de mover el reloj solo un segundo, cuando ya está tan peligrosamente cerca de la medianoche, es una declaración potente en sí misma. Sugiere que los márgenes para el error, la inacción o la complacencia se han reducido drásticamente. La criticidad no reside tanto en la magnitud del cambio reciente, sino en la extrema proximidad al límite. El mensaje implícito es que, si bien la situación ya era extraordinariamente peligrosa, cualquier empeoramiento, por mínimo que sea, nos acerca a un punto de no retorno.

El hecho de que el Reloj permaneciera en 90 segundos durante dos años consecutivos (2023-2024) antes de este mínimo ajuste también puede interpretarse no solo como un ligero empeoramiento de las condiciones globales, sino también como una indicación de la falta de progreso significativo en la mitigación de los riesgos existentes. La situación global sigue siendo críticamente peligrosa, con pocos o ningún signo de mejora sustancial que permita alejar las manecillas de la medianoche. Es un indicador de un estancamiento en un nivel de peligro sumamente elevado, donde las acciones tomadas (o no tomadas) no han logrado revertir la tendencia negativa.

2.2. Factores Clave del Ajuste de 2025

La decisión de adelantar el Reloj a 89 segundos de la medianoche se basa en una evaluación exhaustiva de múltiples factores interconectados, detallados en la declaración de 2025 del Boletín de Científicos Atómicos.1 Estos factores pintan un cuadro de crisis convergentes:

  • Riesgo Nuclear: La guerra en Ucrania, que entra en su tercer año, sigue siendo una fuente principal de preocupación debido al potencial de escalada nuclear, ya sea por decisiones precipitadas, accidentes o errores de cálculo. El conflicto en Oriente Medio también conlleva el riesgo de una espiral bélica más amplia. Se observa una tendencia global hacia la modernización y expansión de los arsenales nucleares, con estados invirtiendo fuertemente en armas de destrucción masiva. Paralelamente, la arquitectura de control de armas está colapsando y la comunicación entre las potencias nucleares es insuficiente. De forma alarmante, más países sin armas nucleares están considerando su desarrollo, lo que socavaría los esfuerzos de no proliferación.1
  • Cambio Climático: Los impactos del cambio climático se intensificaron durante el último año, con numerosos indicadores como el aumento del nivel del mar y la temperatura global superficial superando récords previos. Las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) continuaron su ascenso, impulsando un mayor calentamiento. Eventos meteorológicos extremos, como inundaciones, ciclones tropicales, olas de calor, sequías e incendios forestales, afectaron a todos los continentes. Las perspectivas a largo plazo para abordar el cambio climático siguen siendo deficientes, ya que la mayoría de los gobiernos no están implementando la financiación y las políticas necesarias. A pesar del impresionante crecimiento de la energía solar y eólica, este aún es insuficiente. Además, el cambio climático parece ser una baja prioridad política en Estados Unidos y muchos otros países.1
  • Amenazas Biológicas: Las enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes continúan amenazando la economía, la sociedad y la seguridad globales. La propagación fuera de temporada y continua de la gripe aviar altamente patógena (HPAI), especialmente a animales de granja y productos lácteos, junto con casos humanos, ha creado el potencial de una devastadora pandemia humana. Se están construyendo laboratorios biológicos de alta contención en todo el mundo, pero los regímenes de supervisión no avanzan al mismo ritmo, lo que aumenta el riesgo de fugas de patógenos con potencial pandémico. Los rápidos avances en inteligencia artificial han aumentado el riesgo de que terroristas o países desarrollen armas biológicas para las cuales no existen contramedidas.1
  • Tecnologías Disruptivas: Diversas tecnologías disruptivas avanzaron de manera que aumentaron el peligro global en 2024. Se han utilizado sistemas que incorporan inteligencia artificial en la selección de objetivos militares en Ucrania y Oriente Medio, y varios países avanzan hacia la integración de la IA en sus ejércitos, lo que plantea preocupaciones sobre máquinas tomando decisiones militares letales, incluidas aquellas relacionadas con armas nucleares. Las tensiones entre las principales potencias son cada vez más evidentes en la competencia espacial, con China y Rusia desarrollando activamente capacidades antisatélite. Estados Unidos también ha alegado que Rusia probó un satélite con una ojiva simulada, lo que sugiere planes para colocar armas nucleares en órbita.1
  • Multiplicador de Amenazas – Degradación del Ecosistema Informativo: Los peligros planteados por estos factores se ven significativamente agravados por la propagación de desinformación, información errónea y teorías conspirativas. Esto degrada el ecosistema de comunicación y difumina las líneas entre la verdad y la falsedad. Los avances en IA están facilitando la difusión de información falsa en línea y dificultando su detección. Las naciones participan en campañas de desinformación transfronterizas para subvertir elecciones, y algunos líderes tecnológicos, mediáticos y políticos ayudan a la propagación de mentiras y teorías conspirativas. Esto socava el discurso público y las discusiones basadas en hechos necesarias para combatir las amenazas globales, lo que lleva a líderes que descartan la ciencia y suprimen la libertad de expresión.1

Estos factores no actúan de forma aislada, sino que convergen y se retroalimentan, creando una sinergia negativa. La desinformación, por ejemplo, no es solo un problema en sí mismo; dificulta la respuesta a la crisis climática, la gestión de los riesgos nucleares y la preparación ante pandemias. La inteligencia artificial presenta un doble filo: promete avances significativos pero también crea nuevas vulnerabilidades militares y sociales. La declaración del Boletín 1 critica implícitamente la falta de acción coordinada y de buena fe por parte de las principales potencias (EE.UU., China y Rusia) para abordar estas amenazas, evidenciado por la «baja prioridad política» del cambio climático en algunos países y la falta de progreso en la reducción de emisiones.1

Tabla 1: Evolución Reciente del Reloj del Apocalipsis (2020-2025)

AñoTiempo para la MedianocheRazones Clave del Ajuste (Resumidas)Fuentes
2020100 segundosPeligro nuclear, fracaso en la lucha contra el cambio climático, aumento de la desinformación como amenaza a la civilización.
202390 segundosGuerra en Ucrania y el consiguiente aumento del riesgo de uso de armas nucleares; amenazas climáticas persistentes.
202490 segundosMantenimiento del «peligro sin precedentes» debido a la guerra en Ucrania, la amenaza nuclear, el cambio climático y otros factores.
202589 segundosGuerra en Ucrania, riesgo nuclear exacerbado, crisis climática, amenazas biológicas (HPAI), IA militar, desinformación.1

3. Amenazas Existenciales Convergentes

El ajuste del Reloj del Apocalipsis a su punto más cercano a la medianoche es el resultado de una compleja interacción de amenazas que, aunque diversas en su naturaleza, convergen para crear un panorama de riesgo sin precedentes. A continuación, se presenta una visión general de estas amenazas principales, seguida de un análisis más detallado de cada una.

Tabla 2: Panorama de las Principales Amenazas Existenciales (2024-2025)

Categoría de AmenazaIndicadores/Preocupaciones Clave ActualesFuentes Principales para Indicadores
Riesgo NuclearAproximadamente 12,100-12,300 ojivas nucleares totales, con unas 3,900 desplegadas; Tratado New START expira en 2026 sin sucesor a la vista; modernización de arsenales en todos los estados nucleares; conflictos en Ucrania y Oriente Medio con retórica nuclear.,1
Crisis Climática2024 confirmado como el primer año completo con una media global superior a 1.5°C por encima de los niveles preindustriales; concentraciones de CO2 superando las 420 ppm; aumento de la frecuencia e intensidad de eventos meteorológicos extremos; deshielo acelerado.,1
Amenazas PandémicasPropagación de la gripe aviar HPAI H5N1 a mamíferos y casos humanos, con potencial pandémico; expansión de laboratorios de alta contención con supervisión potencialmente inadecuada; negociaciones en curso para un acuerdo pandémico global de la OMS.1,
Tecnologías Disruptivas (incl. Desinformación)Uso de IA en la selección de objetivos militares; riesgo de integración de IA en la toma de decisiones nucleares; posible emplazamiento de armas nucleares en órbita; desinformación (a menudo impulsada por IA) como un riesgo global principal y multiplicador de amenazas.1

3.1. La Sombra Nuclear Persistente

A pesar del fin de la Guerra Fría, la amenaza de una catástrofe nuclear no solo persiste, sino que se ha intensificado debido a nuevos conflictos, la modernización de arsenales y el debilitamiento de los mecanismos de control.

3.1.1. Conflictos y Riesgo de Escalada

La guerra en Ucrania se ha convertido en un factor primordial de riesgo nuclear. La retórica nuclear por parte de Rusia, incluyendo la flexibilización de los criterios para un posible uso de armas nucleares anunciada por el presidente Putin 1 y el despliegue de armas nucleares tácticas rusas en territorio de Bielorrusia, ha elevado las tensiones a niveles no vistos en décadas. El Boletín de Científicos Atómicos señala que el conflicto, ahora en su tercer año, mantiene un potencial constante de escalada nuclear, ya sea por decisiones precipitadas, accidentes o errores de cálculo.1

Paralelamente, la inestabilidad crónica en Oriente Medio, exacerbada por la guerra entre Israel y Gaza y las continuas tensiones con Irán, presenta otro foco de preocupación. Un conflicto regional más amplio podría involucrar directa o indirectamente a potencias con capacidades nucleares o en el umbral de tenerlas, con consecuencias impredecibles.1 De hecho, el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) en su encuesta «Preventive Priorities Survey» para 2025, identifica el deterioro de la seguridad en Oriente Medio y la agresión rusa en Europa del Este como las principales preocupaciones de conflicto, destacando un número récord de contingencias evaluadas con alta probabilidad de ocurrencia y alto impacto en los intereses de EE.UU. desde que comenzó la encuesta en 2008.

Estos conflictos activos, que involucran a potencias nucleares o se desarrollan en regiones geopolíticamente sensibles, aumentan significativamente el riesgo de uso de armas nucleares.1 Más allá del riesgo directo, se observa una peligrosa erosión de los tabúes y umbrales nucleares. La normalización de la retórica nuclear en el contexto de conflictos convencionales y la discusión abierta sobre el posible uso de armas nucleares tácticas o la «flexibilización» de las doctrinas nucleares desgastan el tabú que ha prevalecido durante décadas, un tabú que consideraba las armas nucleares exclusivamente como herramientas de disuasión de último recurso. Esta tendencia reduce peligrosamente el umbral para su empleo. Durante la Guerra Fría, a pesar de las intensas tensiones, existía un fuerte consenso contra el primer uso y una doctrina de Destrucción Mutua Asegurada que, paradójicamente, mantenía una forma de estabilidad precaria. Las actuales «amenazas implícitas» de uso en el contexto de Ucrania sugieren un debilitamiento de esta contención. Si una potencia nuclear comienza a percibir las armas nucleares como instrumentos más «utilizables» en un espectro más amplio de escenarios, el riesgo de una escalada catastrófica aumenta exponencialmente.

Además, los conflictos no ocurren en un vacío. La desesperación causada por otros factores de estrés, como fracasos militares convencionales, crisis económicas internas agudizadas por sanciones, o incluso los impactos severos del cambio climático, podría llevar a un líder bajo presión extrema a considerar opciones nucleares como una salida o una forma de cambiar la dinámica de un conflicto. Un país que enfrenta una derrota convencional humillante podría recurrir a amenazas nucleares o incluso a un uso limitado para evitarla. Si a esto se suman presiones internas, la toma de decisiones puede volverse más errática y peligrosa, tal como advierte el Boletín sobre el riesgo de «decisiones precipitadas» en Ucrania.1

3.1.2. Modernización de Arsenales y Crisis del Control de Armas

Prácticamente todos los estados poseedores de armas nucleares están inmersos en costosos programas de modernización de sus arsenales, que abarcan ojivas, sistemas de lanzamiento (misiles, submarinos, bombarderos) e instalaciones de producción nuclear.1 China, en particular, está llevando a cabo una significativa expansión y modernización de su arsenal nuclear, y se proyecta que podría llegar a desplegar un número de misiles balísticos intercontinentales comparable al de Rusia o Estados Unidos en la próxima década. India y Pakistán también parecen estar aumentando el tamaño de sus arsenales, y el Reino Unido tiene planes de incrementar su reserva de ojivas.

Según estimaciones de principios de 2025, los nueve estados nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel) poseen conjuntamente un total aproximado de entre 12,100 y 12,300 ojivas nucleares. De estas, unas 9,600 se consideran parte de los inventarios militares, con alrededor de 3,904 ojivas desplegadas en fuerzas operativas. Unas 2,100 de estas armas desplegadas se mantenían en estado de alta alerta operativa, lo que representa un aumento de unas 100 ojivas en esta categoría en comparación con el año anterior. Rusia y Estados Unidos, en conjunto, todavía poseen casi el 90% de todas las armas nucleares existentes.

Mientras esta carrera armamentista cualitativa (modernización) y, en algunos casos, cuantitativa (expansión) está en pleno apogeo, la arquitectura de control de armas construida trabajosamente durante décadas se está desmoronando.1 Una de las mayores preocupaciones es la expiración del Nuevo Tratado START (entre EE.UU. y Rusia) en febrero de 2026, sin que haya negociaciones en curso para un acuerdo sucesor. Rusia también suspendió su participación en el intercambio de datos bajo este tratado y retiró su ratificación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT), aunque ha declarado que seguirá adhiriéndose a la moratoria de ensayos. En este contexto, el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW), que entró en vigor en 2021 y busca una prohibición total de estas armas, gana apoyo entre los estados no nucleares, pero no cuenta con la participación de ninguno de los estados poseedores de armas nucleares.

Esta situación genera una paradoja peligrosa para la disuasión en un mundo multipolar cada vez más inestable. La lógica de la disuasión, ya compleja durante la era bipolar de la Guerra Fría, se vuelve mucho más intrincada y potencialmente más frágil con múltiples potencias nucleares modernizando sus fuerzas. La emergencia de China como una tercera gran potencia nuclear, junto con la presencia de actores regionales como India, Pakistán y Corea del Norte, introduce muchas más variables en la «ecuación de la disuasión». La modernización de arsenales 1 puede ser percibida por otros estados como una búsqueda de superioridad o una amenaza directa, provocando contramedidas y alimentando una espiral de desconfianza y carreras armamentistas. La falta de diálogo, transparencia y mecanismos de verificación, ejemplificada por el colapso del Nuevo START, agrava profundamente este problema.

Además, los ingentes recursos financieros invertidos en la modernización nuclear representan un costo de oportunidad significativo. El Boletín menciona que los estados nucleares están «invirtiendo fuertemente» en estas armas.1 Estos miles de millones de dólares podrían destinarse a abordar otras amenazas existenciales apremiantes, como la mitigación del cambio climático, la adaptación a sus impactos, el fortalecimiento de los sistemas de salud globales para la preparación ante pandemias o la lucha contra la pobreza extrema. La priorización de la seguridad militar a través de la modernización nuclear puede, irónicamente, socavar la seguridad humana integral al desviar recursos vitales de otros desafíos críticos, creando un círculo vicioso donde la inversión en un tipo de riesgo puede exacerbar la vulnerabilidad general a otros.

3.1.3. Preocupaciones por la Proliferación

El actual entorno de seguridad global, caracterizado por la desconfianza, la competencia entre grandes potencias y la erosión de las normas de control de armas, está avivando las preocupaciones por la proliferación nuclear. Existe un interés creciente por parte de algunos países que actualmente no poseen armas nucleares en desarrollar sus propias capacidades, en parte debido a la percepción de una menor fiabilidad de las garantías de seguridad ofrecidas por las potencias nucleares y al comportamiento de los propios estados nucleares, que continúan modernizando y, en algunos casos, expandiendo sus arsenales.1

Las preocupaciones se centran particularmente en el programa nuclear de Irán, que ha avanzado significativamente en sus capacidades de enriquecimiento de uranio, y en el programa de Corea del Norte, que continúa desarrollando y probando misiles y se estima que podría haber ensamblado hasta 50 armas nucleares. El Boletín de Científicos Atómicos advierte que una mayor proliferación aumentaría drásticamente las vías hacia una posible guerra nuclear y socavaría aún más los esfuerzos globales de no proliferación.1

Un riesgo inherente a la proliferación es el «efecto dominó». La adquisición de armas nucleares por un nuevo estado, especialmente en regiones ya tensas, puede desencadenar una cascada de proliferación. Los estados rivales podrían sentirse obligados a seguir el mismo camino para mantener un equilibrio de poder percibido o para disuadir al nuevo actor nuclear, lo que aumentaría drásticamente la inestabilidad regional y global. Por ejemplo, si Irán llegara a desarrollar un arma nuclear, es probable que países como Arabia Saudita y otros en la región consideren seriamente sus propias opciones nucleares. De manera similar, en Asia, el avanzado programa nuclear de Corea del Norte ya genera debates internos en Corea del Sur y Japón sobre la posibilidad de desarrollar sus propias capacidades disuasorias. Cada nuevo estado nuclear no solo crea nuevos puntos potenciales de ignición de conflictos, sino que también complica enormemente la diplomacia global y los esfuerzos de control de armas.

Este panorama de creciente interés en la proliferación y la continua inversión de los estados nucleares en sus arsenales debilita la credibilidad y la eficacia del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que ha sido la piedra angular de los esfuerzos para prevenir la propagación de armas nucleares durante más de medio siglo. El TNP se basa en un «gran pacto»: los estados no poseedores de armas nucleares renuncian a desarrollarlas, a cambio de que los estados nucleares reconocidos por el tratado (EE.UU., Rusia, Reino Unido, Francia y China) se comprometan a avanzar hacia el desarme nuclear y a facilitar el acceso a la tecnología nuclear con fines pacíficos. Si los estados nucleares no cumplen su parte del trato, priorizando la modernización sobre el desarme, y si el entorno de seguridad global se deteriora hasta el punto de que las garantías de seguridad existentes se perciben como insuficientes, los incentivos para que los estados no nucleares permanezcan en el tratado o se abstengan de buscar sus propias armas disminuyen considerablemente.

3.2. Crisis Climática: Un Planeta en Punto de Ebullición

La crisis climática ha dejado de ser una amenaza futura para convertirse en una emergencia actual, con impactos devastadores que se sienten en todo el globo y que empujan al planeta hacia umbrales críticos.

3.2.1. Estado Actual: Superando Umbrales Críticos

Los datos científicos más recientes pintan un panorama alarmante. El año 2024 fue confirmado como el año más cálido jamás registrado, y significativamente, el primer año calendario en que la temperatura media global superó claramente el umbral de 1.5°C por encima de los niveles preindustriales (aproximadamente 1850-1900). El Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea (C3S) reportó un calentamiento de +1.60°C para 2024 en comparación con el periodo preindustrial, mientras que la Organización Meteorológica Mundial (OMM) estimó una anomalía de +1.55 ± 0.13 °C. Esta tendencia continuó en 2025, con enero de 2025 marcando el enero más cálido registrado a nivel global. De hecho, los últimos diez años (2015-2024) han sido los diez años más cálidos de los que se tiene constancia.

Este calentamiento se ve impulsado por concentraciones récord de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera. Los niveles de dióxido de carbono (CO2) superaron las 420 partes por millón (ppm) en 2023 y 2024, y las concentraciones de metano (CH4) y óxido nitroso (N2O) también alcanzaron máximos históricos. Otros indicadores críticos incluyen temperaturas superficiales del mar sin precedentes y mínimos históricos o casi históricos en la extensión del hielo marino antártico por segundo año consecutivo.

Aunque superar el umbral de 1.5°C en un solo año no significa que el objetivo a largo plazo del Acuerdo de París (limitar el calentamiento muy por debajo de 2°C, preferiblemente a 1.5°C) esté permanentemente perdido, ya que este se refiere a un promedio durante varias décadas, es una señal de alarma extremadamente grave. Indica que el mundo está entrando en un territorio climático mucho más peligroso y que la ventana de oportunidad para limitar el calentamiento a niveles considerados «más seguros» se está cerrando rápidamente. El hecho de que 11 meses de 2024 y aproximadamente el 75% de los días de ese año superaran este umbral, junto con la tendencia de los últimos 12 meses que también se sitúa por encima de 1.5°C, sugiere que el sistema climático podría estar respondiendo más rápido o con mayor intensidad de lo que muchos modelos habían proyectado, o, ciertamente, más rápido de lo que las políticas actuales pueden contrarrestar. Algunos científicos se han mostrado «sorprendidos» por la magnitud del aumento de las temperaturas.

Un aspecto particularmente preocupante es la irreversibilidad de algunos de los cambios ya puestos en marcha. El aumento del nivel del mar y el calentamiento de las profundidades oceánicas, por ejemplo, son procesos que continuarán durante cientos, si no miles de años, incluso si las emisiones de GEI se detuvieran drásticamente hoy. Esto significa que la humanidad ya ha comprometido el bienestar de las futuras generaciones a ciertos impactos inevitables. La naturaleza del desafío climático, por lo tanto, no es solo mitigar daños futuros, sino también adaptarse a cambios profundos y a largo plazo que ya son ineludibles porque hemos cruzado ciertos umbrales con consecuencias duraderas.

3.2.2. Impactos Observados y Proyectados

Los efectos del cambio climático ya no son sutiles ni esporádicos; son generalizados, costosos y, en muchos casos, mortales. Se observa un aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos en todos los continentes: olas de calor abrasadoras, sequías prolongadas que devastan la agricultura, incendios forestales de una magnitud sin precedentes, inundaciones catastróficas y ciclones tropicales más potentes.1 El aumento del nivel del mar amenaza a las comunidades costeras y los ecosistemas, mientras que la pérdida acelerada de glaciares y capas de hielo contribuye a este aumento y altera los patrones hídricos regionales.1

Estos cambios físicos tienen profundas repercusiones en la seguridad alimentaria, la salud humana, la biodiversidad y la estabilidad económica global. Solo en 2024, los desastres naturales causaron pérdidas económicas globales estimadas en 320 mil millones de dólares, una cifra significativamente superior a la del año anterior.

Es crucial entender que estos impactos no se distribuyen de manera uniforme. Las poblaciones más vulnerables y los países menos preparados, que a menudo son los que menos han contribuido históricamente al problema de las emisiones de GEI, son los que sufren las consecuencias más graves. Esto convierte la crisis climática no solo en un desafío ambiental, sino también en una profunda crisis de justicia y equidad. Los costos económicos directos, como los daños a la infraestructura o las pérdidas agrícolas, son solo una fracción del panorama total; los costos indirectos, como la pérdida de productividad laboral debido al calor extremo, las migraciones forzadas, la inestabilidad social y los impactos en la salud mental, son enormes y a menudo no se contabilizan adecuadamente. Además, la retirada de las compañías de seguros de regiones propensas a desastres climáticos, volviéndolas «no asegurables», deja a los propietarios desprotegidos, devalúa las propiedades y puede desencadenar efectos en cascada en el sistema financiero.

De hecho, el cambio climático se reconoce cada vez más como un riesgo sistémico para la estabilidad financiera global. Las aseguradoras enfrentan reclamaciones crecientes, los bancos se exponen a riesgos de impago por parte de empresas y particulares afectados por desastres climáticos, y existe la posibilidad de un «efecto de amplificación en todo el sistema» que podría desestabilizar los mercados financieros. Se ha acuñado el término «bucle fatal clima-finanzas» para describir cómo la financiación continua de combustibles fósiles por parte del sector financiero exacerba el cambio climático, el cual, a su vez, amenaza la propia estabilidad del sistema financiero. Un análisis de estrés realizado por el Banco Central Europeo ha mostrado el potencial de una ola de impagos corporativos debido a los efectos del cambio climático si no se produce una transición ordenada hacia una economía más verde. Esto subraya que el cambio climático no es simplemente un «costo externo» para la economía, sino una amenaza intrínseca y fundamental al funcionamiento del sistema económico global tal como lo conocemos.

3.2.3. Puntos de Inflexión y Bucles de Retroalimentación

Más allá de los cambios graduales, el sistema climático de la Tierra contiene elementos que pueden experimentar «puntos de inflexión»: umbrales críticos más allá de los cuales se desencadenan cambios abruptos, a menudo auto-perpetuantes e irreversibles en escalas de tiempo humanas. Cruzar estos puntos de inflexión podría acelerar drásticamente el calentamiento global y sus impactos, llevando al planeta a un estado fundamentalmente diferente.

Entre los ejemplos más preocupantes de estos elementos de inflexión se encuentran el posible colapso de las grandes capas de hielo de Groenlandia y la Antártida Occidental, que en conjunto contienen suficiente hielo para elevar el nivel global del mar en muchos metros; la muerte generalizada de los arrecifes de coral tropicales, que son vitales para la biodiversidad marina y la protección costera; el deshielo abrupto del permafrost en las regiones árticas y subárticas, que liberaría a la atmósfera grandes cantidades de metano y dióxido de carbono actualmente congelados; y una posible alteración o colapso de importantes sistemas de circulación oceánica como la Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC), lo que tendría profundas consecuencias para los patrones climáticos regionales, especialmente en el hemisferio norte.

Lo que resulta particularmente alarmante es que algunos de estos puntos de inflexión podrían cruzarse incluso con niveles de calentamiento global relativamente bajos, como los 1.5°C que ya se han superado temporalmente. Estos procesos se ven agravados por los «bucles de retroalimentación positiva», donde un cambio inicial desencadena otros cambios que a su vez refuerzan y amplifican el calentamiento original. Por ejemplo, a medida que el permafrost se descongela, libera gases de efecto invernadero, lo que provoca más calentamiento, lo que a su vez acelera el deshielo del permafrost. De manera similar, el aumento de las temperaturas y las sequías provocan más incendios forestales; estos incendios liberan grandes cantidades de CO2 a la atmósfera y reducen la capacidad de los bosques para absorber carbono, lo que contribuye a un mayor calentamiento y, por lo tanto, a más incendios.

La existencia de estos puntos de inflexión y bucles de retroalimentación introduce un elemento de «desconocidos desconocidos» en las proyecciones climáticas. Los modelos climáticos actuales, aunque cada vez más sofisticados, podrían no estar integrando completamente la complejidad y las interacciones no lineales de estos procesos. Esto significa que las proyecciones futuras podrían estar subestimando la velocidad y la gravedad del cambio climático. El sistema terrestre podría ser más sensible al aumento de los GEI de lo que se piensa actualmente. Si estos procesos interactúan de formas imprevistas o en cascada, donde el cruce de un punto de inflexión facilita el cruce de otros, el resultado podría ser un calentamiento mucho más rápido y severo de lo previsto, empujando al planeta hacia un estado de «Tierra Invernadero» (Hothouse Earth) con condiciones climáticas radicalmente diferentes y mucho menos hospitalarias para la civilización humana.

Estas dinámicas tienen profundas implicaciones para las estrategias de mitigación y adaptación. La existencia de puntos de inflexión con umbrales potencialmente bajos subraya la urgencia extrema de reducir las emisiones de GEI de manera drástica e inmediata. También complica enormemente los esfuerzos de adaptación, ya que prepararse para cambios climáticos graduales y predecibles es un desafío muy diferente a prepararse para transformaciones abruptas, a gran escala e inciertas del sistema terrestre. Si, por ejemplo, el colapso de la capa de hielo de la Antártida Occidental se vuelve inevitable, la adaptación al aumento del nivel del mar resultante, que sería de varios metros, representaría un desafío de una magnitud completamente diferente a la adaptación a unos pocos centímetros por década. La posibilidad de un «efecto dominó» entre diferentes puntos de inflexión significa que la mitigación no puede ser selectiva; se debe hacer todo lo posible por evitar cruzar cualquier punto de inflexión importante, ya que podría desencadenar una cascada de cambios irreversibles.

3.3. El Fantasma de las Pandemias Globales

La experiencia de la COVID-19 ha recordado al mundo la capacidad de los patógenos para perturbar sociedades y economías a escala global. Sin embargo, el riesgo de futuras pandemias, potencialmente más graves, sigue siendo una preocupación constante.

3.3.1. Amenazas Biológicas Actuales y Emergentes

El Boletín de Científicos Atómicos destaca la continua amenaza que representan las enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes para la seguridad global.1 Una de las preocupaciones más agudas en la actualidad es la gripe aviar altamente patógena (HPAI), en particular la cepa H5N1. Este virus ha demostrado una capacidad preocupante para propagarse entre aves silvestres y domésticas, y, de manera más alarmante, ha comenzado a infectar a una creciente variedad de mamíferos, incluyendo el ganado lechero en Estados Unidos, con casos esporádicos de transmisión a humanos.1 Aunque la transmisión de H5N1 de humano a humano sigue siendo rara, la alta tasa de mortalidad observada históricamente en los casos humanos (aproximadamente el 50% según algunas fuentes) y el potencial de que el virus mute y adquiera la capacidad de transmitirse eficientemente entre personas, lo convierten en un candidato con potencial para una pandemia devastadora.1

Además de la HPAI, las agencias de salud pública como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. y la Organización Mundial de la Salud (OMS) monitorean continuamente otras amenazas infecciosas, como brotes de sarampión, la expansión del dengue (favorecida por el cambio climático), la persistencia de la polio en algunas regiones, el mpox (anteriormente conocido como viruela del mono) y enfermedades emergentes como la fiebre de Oropouche en las Américas.

Tras la intensa experiencia de la pandemia de COVID-19, existe un riesgo tangible de «fatiga pandémica» tanto en la población general como entre los responsables políticos. Esta fatiga podría traducirse en una menor vigilancia, una reducción en la inversión en preparación y una menor disposición a adoptar medidas preventivas, precisamente en un momento en que nuevas amenazas, como la adaptación de la HPAI H5N1 a mamíferos, están evolucionando.1 Si las lecciones aprendidas de la COVID-19 sobre la necesidad crítica de una preparación constante y una respuesta rápida se olvidan o se ignoran, el mundo podría ser sorprendido de nuevo, potencialmente por un patógeno aún más letal. De hecho, algunos expertos estiman que existe una probabilidad de aproximadamente el 50% de que ocurra otra pandemia al menos tan peligrosa como la COVID-19 en los próximos 25 años.

La creciente frecuencia de zoonosis – enfermedades que saltan de animales a humanos, como la HPAI – está intrínsecamente ligada a la salud de los ecosistemas y a la forma en que los humanos interactúan con el medio ambiente. Este es el núcleo del concepto «Una Salud» (One Health), que reconoce la interconexión entre la salud humana, la salud animal y la salud ambiental. Factores como el cambio climático, la deforestación, la pérdida de biodiversidad y la intensificación de la agricultura alteran los hábitats naturales, aumentan el contacto entre humanos, ganado y vida silvestre, y crean nuevas oportunidades para que los patógenos crucen la barrera de las especies. La propagación «fuera de temporada» de la HPAI, mencionada por el Boletín 1, podría ser un indicio de estas alteraciones. La propuesta de un nuevo acuerdo pandémico bajo los auspicios de la OMS incluye explícitamente un enfoque de «Una Salud», reconociendo que la prevención de futuras pandemias no es solo una cuestión de salud pública o de desarrollo de vacunas, sino que también requiere una gestión ambiental sostenible, prácticas agrícolas responsables y una mayor atención a la interfaz humano-animal-ambiental.

3.3.2. Riesgos de Laboratorios de Alta Contención y Biotecnología

La investigación científica con patógenos peligrosos es esencial para comprender las enfermedades, desarrollar diagnósticos, tratamientos y vacunas. Sin embargo, esta investigación, especialmente la que se realiza en laboratorios biológicos de alta contención (niveles de bioseguridad BSL-3 y BSL-4), conlleva riesgos inherentes de accidentes o uso indebido que podrían tener consecuencias catastróficas. El Boletín de Científicos Atómicos expresa preocupación por la proliferación mundial de este tipo de laboratorios y por la posibilidad de que los regímenes de supervisión y las normas de seguridad no estén a la altura de los riesgos, lo que podría aumentar la probabilidad de fugas accidentales de patógenos con potencial pandémico.1

La historia registra varios incidentes de fugas de laboratorio o infecciones accidentales de personal con patógenos peligrosos, como el virus de Marburgo, la viruela, el ántrax, el SARS y el Ébola. En muchos de estos casos, el error humano, fallos en los sistemas de contención o el incumplimiento de los protocolos de seguridad jugaron un papel crucial. Estos incidentes subrayan la importancia crítica de una cultura de seguridad robusta, una formación rigurosa del personal y una supervisión estricta en las instalaciones que manejan agentes biológicos peligrosos.

A estos riesgos se suma la preocupación por el potencial uso indebido de los avances en biotecnología, especialmente cuando se combinan con otras tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial. El Boletín advierte que los rápidos avances en IA, aplicados a la investigación biológica, podrían ser explotados por terroristas o estados para diseñar y desarrollar armas biológicas novedosas o modificar patógenos existentes para hacerlos más transmisibles o letales, y para los cuales podrían no existir contramedidas efectivas.1

Los avances en biotecnología, incluyendo la edición genética (como CRISPR-Cas9) y la biología sintética, ofrecen enormes beneficios potenciales para la salud, la agricultura y la industria. No obstante, estas mismas tecnologías también pueden reducir las barreras técnicas y los costos para la creación o modificación de patógenos peligrosos. Esta dualidad, conocida como «investigación de doble uso», plantea un desafío crítico para la gobernanza global. La cuestión fundamental es si los mecanismos de supervisión, las normas éticas y los marcos legales pueden seguir el ritmo vertiginoso del avance tecnológico. Si la capacidad de crear o modificar patógenos peligrosos se vuelve más accesible, aumenta el riesgo de que esta capacidad caiga en manos equivocadas o de que ocurran accidentes con consecuencias graves, incluso si la intención original de la investigación era benigna.

En este contexto, surge un dilema complejo entre la necesidad de transparencia en la investigación científica – fundamental para fomentar la colaboración, la revisión por pares y el rápido avance del conocimiento – y la necesidad de seguridad para prevenir la proliferación de conocimientos, materiales o tecnologías que podrían ser mal utilizados. Encontrar el equilibrio adecuado entre apertura y control es crucial, especialmente en lo que respecta a la investigación en laboratorios de alta contención y al desarrollo de potentes herramientas biotecnológicas. Si la información sobre cómo manipular patógenos peligrosos es demasiado accesible, o si las medidas de seguridad en los laboratorios son laxas o se incumplen debido a errores humanos o fallos sistémicos, el riesgo de una liberación accidental o intencional con consecuencias devastadoras se incrementa significativamente.

3.3.3. Estado de la Preparación y Respuesta Pandémica Global

A raíz de la pandemia de COVID-19, ha habido un renovado impulso para fortalecer la preparación y respuesta pandémica a nivel global. Entre los esfuerzos más destacados se encuentran las negociaciones, bajo los auspicios de la OMS, para un nuevo acuerdo o instrumento internacional sobre pandemias, con el objetivo de mejorar la colaboración, la equidad y la rendición de cuentas entre los países. Iniciativas como el marco «7-1-7» (detectar amenazas en 7 días, notificar en 1 día, responder en 7 días) buscan mejorar la rapidez y eficacia de la detección y contención tempranas de brotes.

Las lecciones aprendidas de la COVID-19 son numerosas y críticas: la necesidad de una vigilancia epidemiológica y genómica mucho más robusta y globalmente integrada; una mejor coordinación internacional y nacional; una comunicación clara, transparente y basada en la ciencia con el público; la garantía de un acceso equitativo a contramedidas como vacunas, diagnósticos y tratamientos; y la construcción de sistemas de salud más resilientes capaces de hacer frente a sobrecargas repentinas sin colapsar los servicios esenciales.

A pesar de estos esfuerzos y lecciones, persisten desafíos significativos. La financiación para la preparación pandémica sigue siendo a menudo inadecuada o inconsistente, y la voluntad política para implementar reformas profundas y sostenidas puede flaquear a medida que el recuerdo de la última crisis se desvanece. El informe «Adaptation Gap Report» de la ONU, aunque centrado en el clima, también destaca la necesidad crítica de financiación para la adaptación, un problema que tiene paralelos en la preparación pandémica.

Existe una brecha considerable entre la preparación «sobre el papel» y la capacidad real de respuesta efectiva. Como señala una fuente, «estar preparado en el papel no siempre equivale a un buen desempeño en la vida real». Aunque se estén desarrollando nuevos acuerdos internacionales y marcos de actuación, su implementación efectiva y el compromiso político sostenido a largo plazo son inciertos. La soberanía nacional también puede presentarse como un obstáculo para una respuesta global verdaderamente coordinada y para la aplicación de medidas que podrían percibirse como una injerencia en asuntos internos, aunque el borrador del acuerdo pandémico de la OMS reafirma la soberanía de los países en la gestión de la salud pública dentro de sus fronteras.

Además, el impacto de la geopolítica en la salud global no puede subestimarse. Las tensiones geopolíticas, el nacionalismo y la desconfianza entre naciones pueden obstaculizar gravemente la cooperación internacional que es absolutamente esencial para prevenir y responder eficazmente a las pandemias. El fenómeno del «nacionalismo de las vacunas» observado durante la COVID-19, donde los países más ricos acapararon dosis en detrimento de las naciones más pobres, es un claro ejemplo de cómo los intereses nacionales a corto plazo pueden socavar la solidaridad global y, en última instancia, prolongar una crisis sanitaria mundial. Un acuerdo pandémico robusto y eficaz requerirá un alto grado de confianza y colaboración internacional, bienes que son escasos en el actual clima geopolítico. Si la cooperación es deficiente en ámbitos como el control de armas nucleares o la acción climática, como sugiere el Boletín al instar a las grandes potencias a colaborar 1, es probable que también lo sea en la preparación y respuesta ante pandemias, a pesar de los esfuerzos de la OMS y otros actores.

3.4. Tecnologías Disruptivas: ¿Progreso o Peligro?

El rápido avance de ciertas tecnologías, si bien promete beneficios significativos para la humanidad, también introduce nuevas y complejas amenazas que pueden desestabilizar la seguridad global y exacerbar los riesgos existenciales.

3.4.1. Inteligencia Artificial: Implicaciones Militares y en la Toma de Decisiones Nucleares

La inteligencia artificial (IA) está transformando rápidamente el ámbito militar, con implicaciones profundas y potencialmente peligrosas. Se está utilizando cada vez más en sistemas militares para tareas como la vigilancia, el reconocimiento y, de manera preocupante, la selección de objetivos, como ya se ha observado en conflictos recientes en Ucrania y Oriente Medio.1 Varios países están avanzando activamente en la integración de la IA en sus fuerzas armadas, lo que plantea la perspectiva de sistemas de armas cada vez más autónomos.1

Una de las preocupaciones más graves es el potencial de que la IA participe o incluso tome decisiones letales, especialmente en el contexto de las armas nucleares.1 Aunque los líderes de Estados Unidos y China acordaron a finales de 2024 que la IA nunca debería tener la autoridad para decidir el lanzamiento de un ataque nuclear, el riesgo de errores, fallos de cálculo o escalada no intencionada debido a la intervención de la IA en la cadena de mando y control nuclear sigue siendo considerable. Incluso si la IA no tiene la autoridad final de lanzamiento, podría influir críticamente en la toma de decisiones humanas al procesar grandes cantidades de información y presentar recomendaciones bajo la inmensa presión de tiempo de una crisis nuclear. Estos sistemas podrían operar con sesgos no detectados, provenir de datos de entrenamiento defectuosos o incompletos, o simplemente fallar de maneras imprevistas en situaciones de alta tensión para las que no fueron diseñados.

La naturaleza de «caja negra» de muchos algoritmos de IA complejos, donde los procesos internos que llevan a una determinada salida no son completamente transparentes o comprensibles para los humanos, agrava este riesgo. Si los humanos confían excesivamente en sistemas de IA que no comprenden del todo o que no han sido suficientemente probados en escenarios realistas de conflicto nuclear, podrían producirse errores catastróficos. Un sistema de IA, entrenado con datos históricos o escenarios simulados que pueden no capturar la complejidad o las particularidades de una crisis real, podría malinterpretar una señal ambigua, reaccionar de forma exagerada a una provocación, o no exhibir el tipo de «instinto», «compasión» o capacidad de improvisación que, según algunos análisis de incidentes de la Guerra Fría, permitió a los humanos evitar la catástrofe nuclear. Esto podría llevar a una escalada rápida e irreversible.

Además, el desarrollo competitivo de la IA con fines militares entre las grandes potencias podría desencadenar una nueva y peligrosa carrera armamentista. En esta carrera, cada lado temería que el otro obtenga una ventaja tecnológica decisiva, lo que podría incentivar el desarrollo y despliegue apresurado de sistemas de IA que no son completamente seguros, fiables o robustos. Si un país llega a creer que la IA del adversario podría neutralizar sus propias capacidades disuasorias (por ejemplo, detectando y destruyendo sus misiles antes de que puedan ser lanzados), podría sentirse presionado a adoptar posturas militares más agresivas, a desarrollar sus propias contramedidas de IA o incluso a considerar ataques preventivos. Esto crearía un ciclo de acción-reacción similar a las carreras armamentistas tradicionales, pero con la velocidad, la complejidad y la imprevisibilidad añadidas inherentes a la inteligencia artificial.

3.4.2. Desinformación y Degradación del Ecosistema Informativo

La proliferación de desinformación, información errónea y teorías conspirativas, masivamente amplificada por las nuevas tecnologías, especialmente la inteligencia artificial, se ha convertido en un factor central en la evaluación del riesgo global por parte del Boletín de Científicos Atómicos y otras organizaciones.1 Esta «infodemia» no es solo una molestia; es una amenaza grave por derecho propio y un poderoso multiplicador de otros riesgos existenciales.

El problema fundamental es que la desinformación degrada el ecosistema de comunicación global, difuminando las líneas entre la verdad y la falsedad. Esto erosiona la confianza en las instituciones (gobiernos, medios de comunicación, ciencia), socava la cohesión social y dificulta la cooperación internacional necesaria para abordar desafíos complejos como el cambio climático, las pandemias o la seguridad nuclear.1 El Boletín también señala la existencia de campañas de desinformación transfronterizas diseñadas para subvertir elecciones y la preocupante contribución de algunos líderes tecnológicos, mediáticos y políticos a la difusión de falsedades y narrativas divisivas.1

La inteligencia artificial generativa ha exacerbado drásticamente este problema. Herramientas de IA pueden crear contenido falso (texto, imágenes, audio, video, incluyendo los llamados «deepfakes») que es cada vez más convincente y difícil de distinguir de la realidad. Esto se puede hacer a una escala y velocidad sin precedentes, inundando el espacio informativo y haciendo que para los ciudadanos sea cada vez más arduo discernir la verdad y para los gobiernos y plataformas sea más complicado combatir la manipulación.1 Esta capacidad de generar y difundir desinformación de manera masiva compromete la habilidad de las sociedades para tomar decisiones informadas sobre asuntos críticos, ya que el «ruido» informativo se vuelve abrumador y la confianza en las fuentes de información fiables se debilita.

Las consecuencias de esta degradación del ecosistema informativo son profundas y van más allá de la simple confusión. La desinformación persistente y dirigida puede exacerbar la polarización social, alimentar el extremismo, minar la confianza en los procesos democráticos (como la interferencia en elecciones mencionada por el Boletín 1) y dificultar la formación del consenso necesario para la acción colectiva. Si grandes segmentos de la población no pueden ponerse de acuerdo sobre hechos básicos porque están inmersos en realidades informativas mutuamente excluyentes y a menudo falsas 1, se vuelve casi imposible abordar desafíos complejos que requieren un entendimiento compartido de la realidad y soluciones coordinadas. Esto puede llevar a una mayor fragmentación social, a la parálisis política o, lo que es igualmente peligroso, a la elección de líderes que descartan la evidencia científica y promueven políticas basadas en falsedades o ideologías extremas.1

3.4.3. Militarización del Espacio

El espacio ultraterrestre, que alguna vez fue visto principalmente como un dominio para la exploración científica y la cooperación pacífica, se está convirtiendo cada vez más en un escenario de competencia y confrontación militar entre las principales potencias.1 Esta tendencia hacia la militarización del espacio introduce nuevos y significativos riesgos para la estabilidad global.

Una de las mayores preocupaciones es el desarrollo activo y el posible despliegue de capacidades antisatélite (ASAT) por parte de países como China y Rusia.1 Las armas ASAT están diseñadas para dañar, destruir o interferir con los satélites de un adversario. Dada la creciente dependencia de las sociedades modernas y de las fuerzas militares de los satélites para una miríada de funciones críticas – comunicaciones, navegación (GPS), inteligencia, vigilancia, reconocimiento, alerta temprana de misiles, transacciones financieras, predicción meteorológica, etc. – la infraestructura espacial se ha convertido en un objetivo de alto valor y, por lo tanto, en una fuente de vulnerabilidad sistémica.

Aún más alarmante es la alegación de Estados Unidos de que Rusia ha probado un satélite que podría ser parte de un sistema con una ojiva nuclear simulada, lo que sugiere que podría haber planes para desarrollar o incluso colocar armas nucleares en órbita terrestre.1 El despliegue de armas nucleares en el espacio violaría directamente el Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967, que prohíbe la colocación de armas de destrucción masiva en órbita o en cuerpos celestes. Una sola detonación nuclear en el espacio podría tener consecuencias catastróficas e indiscriminadas, generando un pulso electromagnético (EMP) y una lluvia de radiación que podrían dañar o inutilizar miles de satélites, tanto militares como civiles, pertenecientes a muchos países, no solo al objetivo previsto. Esto podría paralizar las comunicaciones globales, los sistemas de navegación, las redes financieras y las capacidades de alerta temprana, creando un caos generalizado en la Tierra.

La militarización del espacio también puede actuar como un acelerador de conflictos terrestres. La capacidad de negar a un adversario el uso de sus activos espaciales podría percibirse como una ventaja estratégica decisiva. Esto podría tentar a un actor a realizar un primer golpe en el espacio al inicio de un conflicto terrestre, con el objetivo de «cegar y ensordecer» al oponente y obtener así una ventaja inicial. Tal acción, sin embargo, sería altamente desestabilizadora y podría llevar a una escalada rápida e impredecible del conflicto, potencialmente cruzando el umbral nuclear. La pérdida de satélites de alerta temprana o de mando y control nuclear durante una crisis también podría aumentar el nerviosismo, reducir los tiempos de toma de decisiones y aumentar la probabilidad de errores de cálculo o de una respuesta nuclear basada en información falsa o incompleta.

4. La Interconexión de los Riesgos: Un Mundo en Polycrisis

Las amenazas existenciales descritas no operan de forma aislada. Por el contrario, están profundamente interconectadas, creando un entorno complejo y volátil que algunos analistas describen como una «policrisis» o «permacrisis», donde múltiples crisis globales se superponen, interactúan y se amplifican mutuamente.

4.1. Cómo el Cambio Climático Exacerba los Conflictos y el Riesgo de Pandemias

El cambio climático actúa como un poderoso «multiplicador de amenazas», exacerbando las condiciones subyacentes que pueden conducir a conflictos violentos y aumentar la probabilidad y la gravedad de los brotes de enfermedades infecciosas. Existen múltiples vías a través de las cuales el cambio climático incrementa el riesgo de conflicto. Estas incluyen los shocks económicos derivados de eventos climáticos extremos, el declive de la productividad agrícola debido a sequías, inundaciones o cambios en los patrones de temperatura, la intensificación de la competencia por recursos naturales cada vez más escasos como el agua dulce y la tierra cultivable, y la migración forzada de personas que huyen de áreas que se vuelven inhabitables. Ejemplos históricos y contemporáneos, como la sequía prolongada que precedió al conflicto en Siria o las tensiones relacionadas con los recursos en regiones como el Sahel o Etiopía, ilustran estas dinámicas.

De manera similar, el cambio climático amplifica los riesgos de pandemias al alterar los ecosistemas de formas que favorecen la aparición y propagación de patógenos. El aumento de las temperaturas y los cambios en los patrones de lluvia pueden expandir el rango geográfico de vectores de enfermedades como mosquitos y garrapatas, exacerbando la propagación de enfermedades como el dengue, la malaria, el Zika y la enfermedad de Lyme. La pérdida de biodiversidad y la invasión humana en hábitats previamente intactos, a menudo impulsadas por presiones climáticas, aumentan la probabilidad de «desbordamiento zoonótico» (zoonotic spillover), es decir, la transmisión de patógenos de animales a humanos.

Estos impactos no son simplemente aditivos; a menudo crean bucles de retroalimentación socio-ambientales negativos. Por ejemplo, los desastres climáticos recurrentes pueden debilitar la capacidad de los estados para proveer servicios básicos y mantener el orden, erosionar la cohesión social y crear vacíos de poder que pueden ser explotados por grupos armados o que conducen a una mayor inestabilidad.1 Esta inestabilidad, a su vez, dificulta la implementación de medidas de acción climática (mitigación o adaptación) y debilita la capacidad de respuesta a emergencias sanitarias, creando un círculo vicioso. Un estado debilitado por desastres climáticos tendrá menos recursos y capacidad para gestionar tensiones internas o para contener un brote epidémico.

Si bien reconocer el cambio climático como un «multiplicador de amenazas» es un paso importante, especialmente dentro de la comunidad de seguridad, existe el riesgo de que este encuadre conduzca predominantemente a un enfoque de «gestión incrementalista» de los síntomas de seguridad, en lugar de impulsar el «cambio transformador» que se necesita para abordar las causas raíz tanto del cambio climático como de las vulnerabilidades sociales y económicas que este exacerba. Por ejemplo, si la escasez de agua inducida por el clima lleva a un conflicto por recursos, una respuesta de «seguridad climática» podría centrarse en el despliegue de fuerzas de mantenimiento de la paz o en la ayuda humanitaria de emergencia. Si bien estas medidas pueden ser necesarias a corto plazo, no abordan las causas subyacentes de manera sostenible. Un enfoque más transformador implicaría inversiones masivas en agricultura resiliente al clima, tecnologías de gestión eficiente del agua, cooperación transfronteriza para la gestión de cuencas hidrográficas compartidas y políticas que aborden las desigualdades socioeconómicas que hacen que ciertas poblaciones sean más vulnerables a los impactos climáticos y a la violencia.

4.2. Impacto de la Inestabilidad Geopolítica en la Acción Climática y la Respuesta a Pandemias

El actual entorno geopolítico, caracterizado por una creciente rivalidad entre grandes potencias (como Estados Unidos y China, y las tensiones con Rusia) y la proliferación de conflictos regionales, complica severamente la cooperación internacional que es indispensable para abordar eficazmente desafíos globales como el cambio climático y la preparación y respuesta ante pandemias. La suspensión del diálogo formal sobre el clima entre Estados Unidos y China, los dos mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo, es un ejemplo claro de cómo las tensiones geopolíticas pueden obstaculizar el progreso en frentes críticos.

El resurgimiento del nacionalismo y la adopción de políticas aislacionistas en algunos países también debilitan la capacidad de respuesta colectiva a amenazas que son inherentemente transfronterizas. La experiencia de la pandemia de COVID-19, con fenómenos como el cierre unilateral de fronteras o el acaparamiento de suministros médicos y vacunas («nacionalismo de las vacunas»), demostró cómo la falta de coordinación y solidaridad puede prolongar una crisis global y exacerbar las desigualdades.

Paradójicamente, en algunas circunstancias específicas, ciertas tensiones geopolíticas pueden, de forma no intencionada, acelerar la adopción de algunas políticas pro-climáticas a nivel regional. Un ejemplo notable es la respuesta de Europa a la invasión rusa de Ucrania, que llevó a un esfuerzo concertado para reducir drásticamente la dependencia del gas natural ruso. Esto ha impulsado una aceleración en la inversión y el despliegue de energías renovables y medidas de eficiencia energética en el continente. Sin embargo, estos efectos localizados o regionales difícilmente compensan la parálisis o el retroceso en la cooperación global necesarios para abordar la magnitud total del desafío climático.

La creciente desconfianza entre las naciones y un enfoque predominante en los intereses nacionales a corto plazo están erosionando las instituciones y normas multilaterales que son esenciales para gestionar bienes públicos globales, como un clima estable o la seguridad sanitaria global. La pandemia de COVID-19 sirvió como una «alerta temprana de los peligros inherentes a una cooperación internacional debilitada». Si los países no pueden cooperar eficazmente en foros como el Consejo de Seguridad de la ONU o el G20 debido a sus rivalidades, es poco probable que logren el nivel de cooperación profunda y sostenida que se requiere para cumplir los ambiciosos objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático o para implementar un tratado pandémico global que sea robusto y equitativo.1

Incluso la competencia en áreas que podrían parecer beneficiosas, como el desarrollo de tecnologías limpias, puede tener un doble filo en el contexto geopolítico actual. Si bien la competencia entre, por ejemplo, Estados Unidos y China puede impulsar la inversión nacional y la innovación en tecnologías como la energía solar, los vehículos eléctricos o las baterías, también puede llevar al proteccionismo, a la imposición de aranceles y a guerras comerciales. Esto podría obstaculizar la difusión global de estas tecnologías, ralentizando la transición energética a nivel mundial, especialmente en los países en desarrollo que necesitan acceso a las tecnologías más baratas y eficientes para descarbonizar sus economías. La creación de bloques tecnológicos separados o la restricción de las cadenas de suministro por motivos geopolíticos podría, en última instancia, perjudicar el esfuerzo global contra el cambio climático.

4.3. Riesgos en Cascada y Vulnerabilidad Global (Polycrisis/Permacrisis)

El mundo actual se enfrenta a lo que se ha denominado una «policrisis» o «permacrisis»: un entorno donde múltiples crisis globales de diversa índole –geopolíticas, ambientales, económicas, sociales, sanitarias y tecnológicas– no solo coexisten, sino que se superponen, interactúan y se amplifican mutuamente. Esto crea una incertidumbre compleja y una mayor fragilidad en los sistemas globales.

En este contexto, un solo evento disruptivo –ya sea una pandemia, un conflicto regional importante, un desastre climático extremo o una crisis financiera– puede desencadenar o exacerbar otras crisis a través de una compleja red de interconexiones. Estas interconexiones se manifiestan a través de las cadenas de suministro globales, los mercados financieros internacionales, los flujos migratorios, las redes de información y otros sistemas que vinculan a las sociedades de todo el mundo.

La pandemia de COVID-19, por ejemplo, no solo fue una crisis sanitaria; también provocó graves perturbaciones económicas, exacerbó las desigualdades sociales, interrumpió las cadenas de suministro globales y, en algunos casos, aumentó las tensiones geopolíticas. De manera similar, conflictos como la guerra en Ucrania han tenido repercusiones significativas en la seguridad alimentaria y energética a nivel mundial, afectando a países muy alejados del teatro de operaciones. Informes recientes sobre riesgos globales, como los del Foro Económico Mundial o análisis de ciberseguridad como el de Unit 42, identifican una serie de riesgos emergentes y persistentes que contribuyen a esta vulnerabilidad sistémica: tensiones geopolíticas y conflictos interestatales, la creciente frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, la desinformación impulsada por inteligencia artificial, la sofisticación y el impacto de los ciberataques (incluyendo aquellos diseñados para interrumpir operaciones críticas), y la fragmentación social.

La frecuencia y la interconexión de estas crisis sugieren que la disrupción ya no es un evento excepcional o aislado, sino que se está convirtiendo en una característica estructural del sistema global contemporáneo. La estabilidad que pudo haber caracterizado algunas décadas del pasado reciente podría haber sido una anomalía. En este nuevo contexto de «permacrisis», la resiliencia –la capacidad de los estados, las organizaciones, las comunidades y los individuos para anticipar, absorber, adaptarse y recuperarse de las perturbaciones– se convierte en una capacidad crítica para la supervivencia y la prosperidad. El panorama global de las cadenas de suministro, por ejemplo, se describe como «cada vez más volátil», con una fiabilidad de los horarios de envío que ha disminuido drásticamente en comparación con los niveles pre-pandémicos. Al mismo tiempo, se observa un aumento en la frecuencia y sofisticación de los ciberataques disruptivos.

Este nuevo panorama de riesgos interconectados y en cascada plantea un profundo desafío a los modelos de gobernanza y gestión de riesgos existentes. Los enfoques tradicionales, que a menudo abordan los problemas de forma aislada, sectorial o reactiva, son cada vez más inadecuados para hacer frente a la naturaleza sistémica, compleja y dinámica de la policrisis. La falta de precedentes históricos para catástrofes de la magnitud de algunas de las que se contemplan (como un colapso climático global o una guerra nuclear) y los problemas inherentes de incentivos y coordinación para la reducción de riesgos a largo plazo y de carácter global complican aún más la tarea. Si los riesgos están profundamente interconectados y pueden causar fallos en cascada a través de múltiples sistemas, entonces las soluciones también deben ser integradas y sistémicas. Un ministerio de medio ambiente no puede resolver la crisis climática por sí solo si el ministerio de finanzas continúa promoviendo inversiones en combustibles fósiles. Un tratado de control de armas nucleares es menos efectivo si la proliferación de desinformación 1 o el desarrollo no regulado de inteligencia artificial militar socavan la confianza y la estabilidad estratégica. Se requiere, por tanto, una «gobernanza de sistemas complejos», capaz de operar de manera más holística, adaptativa, anticipatoria y colaborativa.

5. Navegando la Incertidumbre: Reflexiones Finales

La posición del Reloj del Apocalipsis a escasos segundos de la medianoche es una severa advertencia sobre la precariedad de la situación global. Sin embargo, el futuro no está predeterminado. La comprensión de la magnitud y la interconexión de los riesgos existenciales es el primer paso para forjar caminos que nos alejen del precipicio.

5.1. La Urgencia de una Gobernanza Global Fortalecida y Cooperación Renovada

El Boletín de Científicos Atómicos, al anunciar la posición del Reloj, dirige un llamado explícito a los líderes de las principales potencias mundiales, especialmente Estados Unidos, China y Rusia, para que entablen discusiones serias y de buena fe sobre las amenazas globales y tomen medidas inmediatas y concertadas para reducir los peligros.1 Este llamado resuena con una necesidad más amplia de revitalizar el multilateralismo y fortalecer las instituciones internacionales. Los desafíos transnacionales como la proliferación nuclear, el cambio climático, las pandemias y la regulación de tecnologías disruptivas superan la capacidad de cualquier nación individual para resolverlos por sí sola.

La magnitud de las amenazas existenciales actuales exige un nivel de cooperación internacional que, lamentablemente, parece deficiente en el actual clima de desconfianza y rivalidad geopolítica. El propio Reloj del Apocalipsis es producto de una comunidad científica internacional que trasciende las fronteras nacionales, un modelo de colaboración que necesita ser replicado en la esfera política. Es imperativo encontrar puntos en común y áreas de interés compartido, incluso en un entorno geopolítico tenso, centrándose en el objetivo fundamental de la supervivencia y el bienestar de la humanidad. Las amenazas descritas –nuclear, climática, pandémica, tecnológica– son inherentemente globales en su alcance y consecuencias. Una detonación nuclear, las emisiones de gases de efecto invernadero o la propagación de un virus no respetan las fronteras nacionales. Por lo tanto, las soluciones deben ser igualmente globales, coordinadas y basadas en la solidaridad. La actual fragmentación geopolítica es directamente antagónica a esta necesidad imperiosa.

5.2. El Papel de la Concienciación Pública y la Acción Informada

El Reloj del Apocalipsis no busca únicamente advertir a los líderes mundiales; su propósito fundamental es también informar y movilizar al público en general. La creciente atención que suscita el Reloj, especialmente entre las generaciones más jóvenes y a nivel internacional (más de la mitad de los visitantes del sitio web del Boletín son de fuera de Estados Unidos y la mitad son menores de 35 años), indica un interés global y generacional significativo en estos temas cruciales.

Una ciudadanía informada, consciente de la gravedad de los riesgos y de sus interconexiones, puede ejercer una presión considerable sobre los gobiernos para que adopten políticas más audaces, responsables y con visión de futuro. Frente a la inacción o la acción inadecuada por parte de algunos líderes, la sociedad civil, los movimientos sociales y la opinión pública bien informada pueden actuar como catalizadores cruciales del cambio. Movimientos ciudadanos preocupados por el cambio climático o el creciente apoyo al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares por parte de estados no nucleares y organizaciones de la sociedad civil son ejemplos de esta movilización.

En este contexto, la lucha contra la desinformación y la promoción de un debate público basado en hechos, evidencia científica y análisis rigurosos se vuelven absolutamente esenciales.1 Solo una población que comprende la naturaleza y la magnitud de los riesgos, gracias a herramientas de comunicación como el Reloj del Apocalipsis y al acceso a información veraz y fiable, estará en condiciones de exigir responsabilidad a sus líderes y de participar constructivamente en la búsqueda de soluciones.

5.3. ¿Hay Motivos para la Esperanza? Puntos de Inflexión Positivos

Aunque el panorama descrito por la proximidad del Reloj a la medianoche es innegablemente sombrío, es crucial evitar caer en la desesperación paralizante. El futuro no está escrito en piedra. Si bien los riesgos son inmensos y el tiempo para actuar es corto, la capacidad humana para la innovación, la adaptación y la cooperación, si se moviliza de manera efectiva y a la escala requerida, aún podría ofrecer caminos para alejarnos del precipicio.

Se ha planteado el concepto de «puntos de inflexión positivos», es decir, transiciones en áreas como la tecnología limpia, los cambios de comportamiento social o el fortalecimiento de la cooperación internacional, que, una vez alcanzado cierto umbral, podrían volverse auto-sostenibles y ayudar a revertir algunas de las tendencias negativas actuales. El rápido crecimiento y la reducción de costos de las energías renovables, como la solar y la eólica, son un ejemplo de un desarrollo positivo, aunque su despliegue aún sea insuficiente para cumplir los objetivos climáticos.1 La propia conciencia de los riesgos, impulsada por iniciativas como el Reloj del Apocalipsis, puede ser un primer paso indispensable hacia la acción transformadora.

El Reloj del Apocalipsis es una advertencia, no una profecía. Su mensaje es de urgencia grave, pero no de fatalismo absoluto. En última instancia, subraya la profunda responsabilidad que recae sobre la generación actual y la importancia de la agencia humana. Las decisiones que se tomen –o no se tomen– en los próximos años determinarán si las manecillas continúan su inexorable avance hacia la medianoche o si, a través de la sabiduría colectiva, la previsión y la acción concertada, la humanidad puede comenzar a hacer retroceder el tiempo, asegurando un futuro más seguro y sostenible para las generaciones venideras.

Obras citadas

  1. 2025 Doomsday Clock Statement – Bulletin of the Atomic Scientists, fecha de acceso: mayo 7, 2025, https://thebulletin.org/doomsday-clock/2025-statement/

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