El artículo de R. Scott Kemp, «The End of Manhattan: How the Gas Centrifuge Changed the Quest for Nuclear Weapons», aborda una creencia profundamente arraigada, posterior al Proyecto Manhattan, que sostenía que la producción de armas nucleares, en particular el enriquecimiento de uranio, era una empresa de una escala «superindustrial» y tecnológicamente inalcanzable para la mayoría de los estados. Esta perspectiva, que equiparaba la dificultad de la proliferación con la magnitud del esfuerzo inicial estadounidense, se convirtió en la base de gran parte de la política de no proliferación durante décadas.

Sin embargo, Kemp presenta una tesis que contradice directamente esta narrativa: la centrifugadora de gas es, por naturaleza, una tecnología simple, de pequeña escala y sorprendentemente accesible. Su desarrollo y perfeccionamiento no se vieron obstaculizados por limitaciones tecnológicas inherentes a la época, sino por decisiones de diseño iniciales y sesgos individuales que impidieron su éxito en el Proyecto Manhattan.1 La viabilidad de la centrifugadora se logró mediante la aplicación inteligente de soluciones de ingeniería que ya existían a principios del siglo XX, lo que la hace replicable con recursos mínimos y sin una dependencia significativa de la transferencia de conocimiento tácito.

La principal implicación de esta realidad es que la facilidad con la que se puede replicar la centrifugadora socava de manera fundamental las políticas de no proliferación que se basan predominantemente en el control tecnológico.1 El análisis sugiere que las verdaderas barreras a la proliferación son, en última instancia, de naturaleza política, más que técnica. Esta reevaluación histórica no solo corrige una percepción errónea, sino que también exige una reconsideración profunda de las estrategias actuales de no proliferación.

Introducción: La Percepción de la Proliferación Nuclear y la Centrifugadora de Gas

Contexto del Proyecto Manhattan y la «Mitología» de la Proliferación

El Proyecto Manhattan, un esfuerzo monumental durante la Segunda Guerra Mundial, se caracterizó por su escala sin precedentes, a menudo descrita como «superindustrial». Su magnitud superó incluso la de la industria automovilística doméstica de Estados Unidos de la época.1 Un ejemplo emblemático de esta escala fue la planta de difusión gaseosa en el Laboratorio Nacional de Oak Ridge, Tennessee, que en su apogeo empleó a unas 12,000 personas y abarcaba cuarenta y cuatro acres bajo un solo techo. Su consumo de electricidad en 1945 era casi tres veces el de la ciudad altamente industrializada de Detroit.1

Esta inmensa empresa cimentó una creencia dominante: la fabricación de bombas nucleares era un undertaking gigantesco que requería vastos recursos y una «ingenuidad humana casi sin igual».1 Figuras prominentes como el presidente Harry S. Truman y el General Leslie Groves, director militar del proyecto, expresaron su convicción de que replicar tal combinación de recursos y capacidades sería «dudoso si tal otra combinación pudiera reunirse en el mundo».1 Esta percepción de una dificultad intrínseca y una escala prohibitiva para la producción de materiales nucleares explosivos se transformó en una «mitología de superioridad atómico-industrial». Esta mitología, a su vez, se tradujo directamente en la formulación de políticas, siendo codificada en la Ley de Energía Atómica de 1946, que estableció un sistema de secreto y control tecnológico como los mecanismos principales para prevenir la proliferación nuclear.1 Cuando la Unión Soviética (1949) y el Reino Unido (1952) adquirieron armas nucleares, sus logros se explicaron dentro de este marco narrativo —atribuyendo el éxito soviético al espionaje y el británico a la colaboración inicial en el Proyecto Manhattan— lo que permitió que la creencia fundamental en la dificultad tecnológica se mantuviera intacta.1

Presentación de la Tesis de Kemp: La Centrifugadora como Disruptor

En contraste directo con esta visión, Kemp introduce la centrifugadora de gas como una tecnología que «revierte exactamente la historia».1 A diferencia de las tecnologías predecesoras que definieron el Proyecto Manhattan, la centrifugadora de gas fue desarrollada en la Unión Soviética y, de manera irónica, fue transferida a Estados Unidos a través de espías e informantes.1

La característica más disruptiva de la centrifugadora es su naturaleza inherente. Kemp la describe como «pequeña, económica y relativamente sencilla de fabricar», a pesar de ser «igual de capaz de enriquecer uranio para armas nucleares».1 Este hallazgo es crucial: el artículo sostiene que la centrifugadora «nunca fue una tecnología sofisticada o intensiva en recursos, sino una bastante simple que solo se volvió más simple con el tiempo».1 Esta característica fundamental invalida la «leyenda de la grandeza tecno-industrial del Proyecto Manhattan» y, por extensión, los controles de no proliferación basados en la tecnología que de ella se derivaron.1 La implicación es profunda: si la dificultad percibida para la producción de materiales fisibles era una construcción basada en una tecnología específica (difusión gaseosa), y una alternativa mucho más sencilla (la centrifugadora) existía y era viable, entonces las políticas de no proliferación construidas sobre esa premisa de dificultad inherente son fundamentalmente erróneas. Este análisis histórico no solo busca corregir una narrativa, sino que también desafía el paradigma de la política de seguridad internacional.

Los Primeros Desafíos: El Proyecto Manhattan y el Programa Soviético Temprano

Desarrollo de la Centrifugadora en EE. UU. (Proyecto Manhattan)

Cuando la posibilidad de una bomba de uranio surgió en la primavera de 1940, la centrifugadora fue inicialmente considerada un método prometedor para el enriquecimiento de uranio. De hecho, recibió una financiación significativamente mayor que la difusión gaseosa, casi cuatro veces más, lo que subraya la confianza inicial en su potencial.1 Sin embargo, el diseño de Jesse Beams, que sirvió de base para los prototipos del Proyecto Manhattan desarrollados en Columbia University y Westinghouse Research Laboratories, presentaba deficiencias críticas que finalmente llevaron a su abandono.

El diseño de Beams se caracterizaba por un tubo giratorio montado coaxialmente entre dos ejes de transmisión. Estos ejes sobresalían a través de la carcasa de vacío, sellados con pesados sellos de grasa, y estaban soportados por rodamientos rígidos convencionales.1 A altas velocidades, la fricción en estos rodamientos y sellos provocaba una «tremenda cantidad de energía perdida como calor», estimada en aproximadamente mil vatios, una cifra drásticamente superior al consumo de un vatio en una centrifugadora moderna.1 Esta fricción no solo representaba un enorme despilfarro de energía, sino que también causaba un rápido desgaste de los componentes. Aunque la máquina era capaz de realizar «tiradas cortas», adecuadas para un entorno de laboratorio, no podía soportar las exigencias de una operación a escala industrial.1 Un aspecto crítico de este diseño era la falta de una «reconceptualización del diseño básico»; los intentos de mejora se limitaron a reducir la fricción mediante el uso de cojinetes de aire, sin abordar la rigidez fundamental de los rodamientos que impedía que el rotor pivotara como una peonza, una característica clave de los diseños modernos.1

A lo largo de 1942, las pruebas de los prototipos revelaron problemas persistentes. En noviembre de ese año, los planes para una planta piloto en la Standard Oil Development Company fueron suspendidos, y el 26 de octubre, James Conant informó que, si bien ningún proceso de enriquecimiento había demostrado ser superior, la centrifugadora era «definitivamente la más débil».1 Esta evaluación llevó a la decisión de priorizar la construcción de una planta de difusión gaseosa a gran escala, relegando el método electromagnético como reserva y descartando la centrifugadora.1 A pesar de un breve resurgimiento en 1943, cuando se propuso su uso para una planta de «topping-off» (para enriquecer uranio del 36.6% al 90%), los problemas de fricción y fiabilidad continuaron sin resolverse.1 Finalmente, el 19 de enero de 1944, el General Groves decidió no extender los contratos de centrifugadoras. Cuatro días después, un fallo mecánico en una tuerca del eje inferior que conectaba el rotor de la centrifugadora de Standard Oil provocó la destrucción del dispositivo de prueba, que había durado solo noventa y nueve días.1

Desarrollo de la Centrifugadora en la URSS (Programa Temprano)

En la Unión Soviética, el interés en la separación de isótopos también era considerable en 1940-41, con la difusión térmica y la centrifugadora de gas como las tecnologías más favorecidas.1 El único programa de centrifugadoras estaba dirigido por el émigré alemán Fritz Lange. Sus máquinas se describían como «pesadas, ruidosas y torpes», operando horizontalmente sobre rodamientos de rodillos y sin producir «separación medible».1 Un rotor temprano, por ejemplo, pesaba aproximadamente dos toneladas y media y requería tres kilovatios de potencia, operando a una velocidad máxima muy por debajo de lo necesario para una separación efectiva.1

El intento de Lange de mejorar el rendimiento construyendo centrifugadoras más largas (de hasta cinco metros de longitud) solo «exacerbó los problemas de ingeniería inherentes» a su diseño.1 Las centrifugadoras horizontales, por su propia naturaleza, no funcionan eficazmente debido a que los tubos se comban en el medio por la gravedad, lo que provoca vibraciones destructivas a altas velocidades.1 Mientras que la centrifugadora de Beams en EE. UU. duró 99 días, los rodamientos de las máquinas de Lange solo eran capaces de funcionar entre ocho y diez horas. Si se las forzaba a altas velocidades, las máquinas más largas se «rompían por la mitad».1

La dirección del programa atómico soviético experimentó un cambio significativo gracias a la inteligencia externa. En marzo de 1943, Igor Kurchatov, director del Laboratorio No. 2, tuvo acceso al Informe MAUD, que indicaba una fuerte preferencia británica por la difusión gaseosa y confirmaba las deficiencias de la difusión térmica.1 A principios de 1944, Kurchatov recibió información adicional, incluyendo datos de Klaus Fuchs sobre las membranas de difusión en Estados Unidos, que confirmaban la decisión estadounidense de priorizar la difusión sobre las centrifugadoras.1 Esta información llevó a la transferencia repentina de Lange y a que Isaak Kikoin, a cargo de la separación de isótopos, dirigiera su atención hacia la difusión gaseosa. Esta decisión «probablemente ahorró al programa de enriquecimiento un retraso considerable».1 Al igual que Beams en EE. UU., Lange estaba «casado con sus propias ideas» y no mostró signos de abandonar su predilección por los diseños horizontales, a pesar de las publicaciones de Beams de años anteriores que indicaban la necesidad de máquinas verticales.1 Esto subraya cómo la inflexibilidad individual y las limitaciones organizativas, más que la imposibilidad técnica de la época, fueron factores determinantes en los fracasos iniciales de ambos programas. La centrifugadora era técnicamente viable durante el Proyecto Manhattan, pero no se desarrolló con éxito debido a estas deficiencias críticas y al cierre del proyecto antes de que los desarrolladores tuvieran la oportunidad de resolverlas.1

La siguiente tabla compara los enfoques y desafíos iniciales en el desarrollo de centrifugadoras en Estados Unidos y la Unión Soviética, destacando las similitudes en los problemas encontrados y las razones de sus respectivos abandonos o cambios de enfoque.

Tabla 1: Comparación de Enfoques y Desafíos Iniciales en el Desarrollo de Centrifugadoras (EE. UU. vs. URSS)

CategoríaEE. UU. (Proyecto Manhattan)URSS (Programa Temprano)
Diseño PrincipalCentrífuga de BeamsCentrífuga de Lange
Tipo de Rodamiento/OrientaciónRígido/VerticalRodillos/Horizontal
Problemas ClaveFricción/Calor excesivo, Desgaste rápido, Vibraciones destructivas, Roturas del rotorDiseño horizontal inherentemente defectuoso (combado por gravedad), Vibraciones destructivas, Roturas del rotor, Rodamientos de corta duración, Falta de separación medible
Duración de Operación (Prototipo)99 días8-10 horas
Resultado Final de la Etapa InicialAbandonado/DespriorizadoDespriorizado/Cambio de Enfoque
Razón Principal del Fracaso/CambioProblemas técnicos persistentes, Sesgos de diseño individual, Inflexibilidad organizacionalProblemas técnicos persistentes, Sesgos de diseño individual, Inflexibilidad organizacional, Influencia de inteligencia externa

Esta comparación pone de manifiesto que el problema no residía en el concepto fundamental de la centrifugadora, sino en su implementación inicial y la resistencia a la innovación de diseño dentro de ambos programas. La dificultad percibida era, en gran medida, un artefacto de la dinámica interna del proyecto y de factores humanos, más que una complejidad tecnológica intrínseca. La inteligencia, en el caso soviético, actuó como un catalizador para un pivote estratégico, permitiendo al programa soviético abandonar una vía fallida y reorientar sus recursos de manera más efectiva.

La Transformación Soviética: Hacia una Centrifugadora Simple y Eficaz

El Rol de los Científicos Alemanes en la Innovación Soviética

La transformación de la centrifugadora de un dispositivo problemático a una máquina práctica y eficiente comenzó en la Unión Soviética con la incorporación de científicos alemanes capturados. Max Steenbeck, exjefe de Siemens-Reiniger-Werkes, fue reclutado en el programa nuclear soviético en 1945 y, a partir de noviembre de 1946, se le permitió trabajar en el desarrollo de la centrifugadora.1 Su colaborador clave fue Gernot Zippe, un físico austriaco que se convirtió en su principal experimentalista.1

Steenbeck y Zippe introdujeron tres características fundamentales que resolvieron los problemas mecánicos que habían plagado los diseños anteriores del Proyecto Manhattan 1:

  1. Cojinete de «punta»: Esta innovación permitió que el rotor de la centrifugadora girara sobre la punta de una aguja, similar a una peonza, logrando una fricción «casi nula».1 Esta idea no era nueva; era una adaptación del cojinete de joya utilizado en la relojería y en el medidor de electricidad de Sydney Evershed, desarrollado en 1900.1
  2. Cojinetes sueltos y amortiguación débil: Esta aplicación permitió que la centrifugadora se autoajustara para girar silenciosamente sobre su eje de centro de masa sin vibraciones, superando el problema de los rodamientos rígidos del diseño de Beams.1 Este principio de autoequilibrio había sido utilizado en turbinas de vapor por Carl Gustaf de Laval desde 1889.1
  3. Accionamiento electromagnético: Para impulsar la rotación, se utilizaron campos electromagnéticos, eliminando la necesidad de un acoplamiento mecánico y los orificios y sellos que penetraban la carcasa de vacío en el diseño de Beams.1

En conjunto, estas innovaciones «resolvieron esencialmente todos los problemas mecánicos que habían plagado las centrífugas del Proyecto Manhattan».1 El éxito no provino de descubrimientos científicos revolucionarios, sino de la aplicación ingeniosa y la integración de principios de ingeniería ya establecidos. Esto demuestra que la barrera tecnológica no era fundamental, sino de aplicación y diseño.

Contribuciones Soviéticas Adicionales y la Optimización para la Producción en Masa

A pesar de los avances iniciales, el programa soviético enfrentó nuevos desafíos. En el verano de 1949, los científicos soviéticos descubrieron que su planta de difusión gaseosa no podía superar el 40% de enriquecimiento, una limitación similar a la experimentada por EE. UU. en 1943.1 Steenbeck vio una oportunidad y propuso una planta de «topping-off» utilizando centrifugadoras para alcanzar niveles de enriquecimiento más altos.1

Sin embargo, la propuesta de Steenbeck de construir centrifugadoras «muy largas» (aproximadamente cinco metros de longitud), aunque teóricamente capaces de una mayor separación por máquina, resultó ser «incomparablemente más difícil» de fabricar.1 Estas máquinas requerían tubos interconectados con «fuelles» flexibles para compensar las vibraciones, y las uniones debían ser probadas y ajustadas a mano, lo que implicaba un proceso manual intensivo o la necesidad de herramientas de alta precisión para la producción en masa.1 Esta situación ilustra una paradoja: la optimización para un rendimiento teórico superior puede introducir una complejidad de fabricación y problemas de fiabilidad desproporcionadamente mayores, haciendo que el sistema general sea menos práctico para la proliferación.

Fue en Leningrado donde dos ingenieros soviéticos, Kharashavtsev y Nagorni, realizaron contribuciones cruciales que optimizaron la centrifugadora para la producción en masa y eliminaron la necesidad de las costosas y energéticamente intensivas bombas y compresores externos 1:

  1. Tubo de Pitot para extracción de gas: Añadieron un tubo de Pitot para extraer gas de la centrifugadora. Este tubo aprovecha el momento rotacional del gas para bombearlo de una máquina a la siguiente, eliminando la necesidad de compresores externos. Esta idea ya se había utilizado en bombas centrífugas desde 1901.1
  2. Manga con ranuras en espiral (bomba molecular Holweck): Incluyeron una manga con ranuras en espiral alrededor del rotor, de modo que el exterior del tubo giratorio de la centrifugadora actuara como una bomba de vacío autoevacuante.1 Esta implementación se basó en la bomba molecular de Holweck, inventada en 1922.1
  3. Cojinete magnético: El grupo de Leningrado también añadió un cojinete magnético, que redujo aún más la fricción, aumentó la vida útil de la máquina y disminuyó el consumo de electricidad.1

Estas soluciones, nuevamente basadas en la aplicación inteligente de principios de ingeniería existentes, eliminaron las barreras restantes para el uso a gran escala de la centrifugadora. Permitieron la construcción de «grandes cantidades de máquinas simples y cortas de forma económicamente aceptable».1 La decisión de los ingenieros soviéticos de priorizar la simplicidad y la facilidad de fabricación sobre la maximización del rendimiento teórico por máquina fue fundamental para el éxito del programa, demostrando una comprensión crucial del equilibrio entre la eficiencia teórica y la viabilidad práctica para el despliegue a gran escala.

Resultados y Despliegue a Gran Escala

Los científicos alemanes fueron gradualmente retirados del proyecto para septiembre de 1954.1 La Unión Soviética procedió con el despliegue a gran escala de la tecnología de centrifugadoras. Una planta piloto, con 2,435 centrifugadoras, entró en operación el 2 de noviembre de 1957 y alcanzó su plena capacidad el 15 de enero de 1958.1 Esta planta era suficiente para producir uranio altamente enriquecido (HEU) para aproximadamente una arma nuclear de tipo implosión cada dos años.1

El éxito de este enfoque se evidencia en la expansión masiva de la capacidad de centrifugadoras en Rusia. Para finales de 2008, la capacidad de centrifugadoras se había multiplicado por 17,000 en relación con la planta piloto original de 1957, reemplazando gradualmente las plantas de difusión gaseosa más antiguas del país.1 Esto subraya el éxito rotundo del diseño de centrifugadora desarrollado por Steenbeck, Zippe, Kharashavtsev y Nagorni.

La siguiente tabla resume las innovaciones clave y los contribuyentes que hicieron posible la centrifugadora de gas moderna, destacando cómo se basaron en principios de ingeniería preexistentes.

Tabla 2: Innovaciones Clave y Contribuyentes a la Centrifugadora de Gas Moderna

InnovaciónContribuyente(s) Principal(es)Principio/Origen (Año)Impacto en el Diseño/Operación
Cojinete de «punta»Steenbeck & ZippeAdaptación de Cojinete de joya/Evershed (1900)Fricción casi nula, permite rotación estable
Cojinetes sueltos y amortiguación débilSteenbeck & ZippePrincipio de autoequilibrio de de Laval (1889)Autoajuste del rotor, eliminación de vibraciones
Accionamiento electromagnéticoSteenbeck & ZippeMotor eléctricoElimina acoplamientos mecánicos y sellos de vacío
Tubo de Pitot para extracción de gasKharashavtsev & NagorniPrincipio de bombas centrífugas (1901)Elimina compresores externos
Manga con ranuras en espiral (Bomba molecular Holweck)Kharashavtsev & NagorniBomba molecular de Holweck (1922)Autoevacuación de la cámara de vacío
Cojinete magnéticoKharashavtsev & NagorniTecnología de cojinete magnéticoReduce fricción, aumenta vida útil, reduce consumo eléctrico

Esta tabla es fundamental para comprender que la viabilidad de la centrifugadora no fue el resultado de descubrimientos científicos de vanguardia, sino de la aplicación inteligente de soluciones de ingeniería ya existentes. Esto refuerza el argumento de Kemp sobre la simplicidad inherente de la tecnología y la naturaleza artificial de las barreras iniciales percibidas.

La Replicación en Occidente: El Programa UCNC y la Accesibilidad Tecnológica

Transferencia de Conocimiento del Diseño Simplificado a Occidente

La información sobre el diseño simplificado de la centrifugadora, perfeccionado en la Unión Soviética, llegó a Occidente a través de la liberación de los científicos alemanes. Max Steenbeck, Gernot Zippe y Rudolf Scheffel fueron liberados de su cautiverio en la URSS el 26 de julio de 1956, después de once años.1 Mientras Steenbeck regresó a Alemania Oriental, Zippe y Scheffel se dirigieron a Occidente.1

En pocas semanas, Zippe se encontró con Oswald Francis «Mike» Schuette, un profesor de física estadounidense que también trabajaba como agente para la Oficina de Inteligencia Naval. Schuette se enteró del trabajo de Zippe en la Unión Soviética, lo que despertó el interés de George Kolstad, jefe de la rama de física y matemáticas de la Comisión de Energía Atómica de EE. UU. (AEC).1 Kolstad organizó un interrogatorio exhaustivo de Zippe a principios de 1957 en Washington, D.C. Zippe, descrito como «cándido por naturaleza», proporcionó 119 páginas de información detallada, incluyendo la historia de su tiempo en la URSS, dibujos de las diversas centrifugadoras construidas por el equipo alemán, los nombres de las personas involucradas e incluso los planos de la planta de Kirov donde trabajó por última vez.1 Crucialmente, Zippe explicó en detalle cómo resolver los problemas de la centrifugadora tipo Beams.1

Esfuerzos de Desarrollo en EE. UU.: El Programa de la Union Carbide Nuclear Company (UCNC)

Kolstad decidió traer a Zippe de vuelta a EE. UU. para recrear la centrifugadora soviética. En mayo de 1958, la AEC creó el Proyecto 2400, que proporcionó fondos a la Universidad de Virginia para contratar a Zippe como consultor.1 Zippe llegó a Virginia en agosto de 1958 y trabajó hasta junio de 1960. Debido a su nacionalidad extranjera, se le mantuvo aislado de otras actividades clasificadas de centrifugadoras en EE. UU..1 Su equipo era modesto, compuesto por un maquinista que trajo de Alemania, un teórico de fluidodinámica (que encontró de poca utilidad), un joven mecánico llamado William Dancy y un ex cocinero del ejército, Wilbur May, que lo asistía en los experimentos.1 El taller de máquinas en el laboratorio era «pequeño» y adecuado para el 90% del trabajo mecánico requerido.1 La máquina que Zippe construyó en EE. UU. era más pequeña que su contraparte soviética, con un rendimiento de 0.43 SWU/año, aproximadamente la mitad de lo que sería ideal para un pequeño programa de armas.1 A pesar de esto, el informe detallado de Zippe sobre el desarrollo de esta máquina impresionó a expertos de la AEC y a varias empresas privadas por su «simplicidad».1

El esfuerzo de EE. UU. para construir una centrifugadora fiable y de alto rendimiento basada en el diseño soviético comenzó en serio en otoño de 1960, bajo la Union Carbide Nuclear Company (UCNC) en Oak Ridge.1 Es fundamental destacar que el programa de la UCNC no se benefició de la consulta directa de Zippe, ya que este había abandonado el país por razones de seguridad. La mayor parte del conocimiento sobre el diseño soviético se transmitió a través de los informes técnicos muy detallados que Zippe escribió durante los últimos días de su proyecto.1 Esto es evidencia concluyente de que la transferencia de conocimiento tácito no fue un factor significativo en la replicación de centrifugadoras por parte de otros países.1 La cooperación con el programa de Virginia, que continuaba trabajando en centrifugadoras tipo Beams, fue marginal, ya que los diseños eran fundamentalmente diferentes en sus partes críticas.1 La colaboración más útil se limitó a la adquisición de tubos de rotor, aunque la UCNC comenzó a producir sus propios tubos en seis meses.1

El programa de la UCNC comenzó el 1 de noviembre de 1960, inicialmente con un grupo de cuatro personas. Para finales de marzo de 1961, en solo cinco meses, este pequeño grupo había completado casi todo el diseño y las pruebas necesarias para construir una máquina funcional.1 Esto incluyó estudios de materiales, pruebas mecánicas de rotores y configuraciones de rodamientos, validación de herramientas de diagnóstico y medición del rendimiento de la bomba molecular.1 También exploraron una variedad de materiales para rodamientos y sistemas de suspensión, y aprendieron a realizar mediciones precisas del contenido isotópico de las muestras de uranio.1 Realizaron más de 300 experimentos de separación para optimizar las configuraciones de paletas y deflectores, y elaboraron planes para una cascada de treinta y cinco máquinas.1

A medida que el programa crecía, el personal se expandió de cuatro a un máximo de quince personas.1 Es relevante señalar que estos nuevos miembros del personal no provenían de instituciones de élite asociadas con los primeros días del Proyecto Manhattan, sino que eran ingenieros o técnicos «competentemente capacitados o sin capacitación».1 Solo dos de los once nuevos empleados tenían maestrías en esos campos, y uno no tenía educación universitaria.1 Esto indica que la centrifugadora no es un «problema de física a nivel de Premio Nobel», sino un problema de ingeniería resoluble por equipos competentes, aunque no necesariamente de élite, lo que reduce significativamente la barrera de capital humano para los aspirantes a proliferadores.

El único «obstáculo técnico significativo» que experimentó el programa UCNC fue un problema de vibración, que apareció primero con los rotores de cinco pulgadas de diámetro y luego con los de tres pulgadas.1 En agosto de 1961, Dean Waters, un miembro del personal de 25 años, fue asignado para estudiar este problema. Catalogó cuidadosamente los modos de vibración y, con la ayuda de Joe Bodine de la Universidad de Virginia, desarrolló una teoría mejorada de la dinámica del rotor.1 Para enero de 1962, el problema de vibración de los rotores de tres pulgadas de diámetro se resolvió ajustando la amortiguación del sistema de soporte del cojinete al nivel óptimo predicho por la teoría mejorada.1

En un período de solo quince meses desde su inicio (noviembre de 1960 hasta principios de 1962), y con un equipo que nunca superó los quince miembros, el programa de la UCNC logró dominar las dificultades mecánicas de la centrifugadora, aprender a fabricar todos los componentes internamente (incluidos los tubos del rotor), demostrar la capacidad de construir centrifugadoras fiables de forma repetida, y diseñar, ensamblar y operar una cascada de centrifugadoras con una eficiencia del 80%.1

Evidencia de la Facilidad de Fabricación a Gran Escala

La experiencia de otros países refuerza la conclusión de que la fabricación a gran escala de centrifugadoras no es particularmente difícil. La Unión Soviética, por ejemplo, finalizó su planta de 2,400 máquinas en solo 27 meses después del lanzamiento de su programa.1 De manera similar, la planta piloto británica ensambló aproximadamente 2,000 máquinas en un año, utilizando «trabajadores no cualificados» y operaciones improvisadas debido a la escasez de recursos y la urgencia.1 Incluso el programa actual de centrifugadoras de Irán, a pesar de que sus máquinas son más complejas que las de tipo soviético, logra producir alrededor de 1,500 anualmente.1 Estas estimaciones son consistentes y sugieren que las 2,000 a 5,000 máquinas necesarias para un pequeño programa de armas podrían construirse en un período adicional de uno a tres años una vez que se ha establecido un prototipo funcional de centrifugadora.1

La siguiente tabla resume los recursos y logros del programa de replicación de la UCNC, proporcionando una evidencia concisa de la baja barrera de entrada para la tecnología de centrifugadoras.

Tabla 3: Recursos y Logros del Programa de Replicación de la UCNC

CategoríaDetalleImplicación
PersonalMáximo 15 personas (ingenieros/técnicos, muchos sin educación de élite)Baja barrera de recursos humanos
TiempoMenos de 15 meses para dominar la tecnología y operar una cascadaRapidez del desarrollo tecnológico
Punto de Partida del ConocimientoInformes técnicos detallados de Zippe (sin consulta directa continua)Suficiencia de la documentación técnica
Logros ClaveDominio de dificultades mecánicas, Fabricación interna de todos los componentes (incluidos rotores), Capacidad demostrada para construir centrifugadoras fiables repetidamente, Diseño, ensamblaje y operación de una cascada de centrifugadoras con 80% de eficienciaDesafío fundamental a las políticas de control tecnológico
Relevancia del Conocimiento TácitoInsignificante para la replicación del diseño soviéticoLa «falacia del conocimiento tácito» en la no proliferación

Esta tabla valida las afirmaciones de que la tecnología es accesible y que el conocimiento tácito no es una barrera significativa, lo que es crucial para comprender la escala real del desafío de no proliferación que presenta la centrifugadora.

Implicaciones para la Política de No Proliferación Nuclear

Socavación de los Regímenes de Control Tecnológico

La historia de la centrifugadora de gas, tal como la presenta Kemp, tiene implicaciones profundas para la política de no proliferación nuclear. El autor argumenta de manera contundente que esta tecnología «rompe con la leyenda de la grandeza tecno-industrial del Proyecto Manhattan e invalida los controles de no proliferación basados en la tecnología que de ella fluyeron».1 Esto se debe a que las barreras a la proliferación de la centrifugadora «no eran de naturaleza técnica».1

Existe un desfase significativo en la política: las estrategias de no proliferación, como el secreto y el control tecnológico, se formularon basándose en una comprensión desactualizada de las barreras tecnológicas, arraigadas en el modelo del Proyecto Manhattan. Incluso después de que la centrifugadora alterara fundamentalmente este panorama, la política no se adaptó a esta nueva realidad. En lugar de ello, se mantuvo un enfoque que priorizaba el control de la oferta tecnológica. A pesar de la existencia de diversos regímenes de control tecnológico, la evidencia histórica demuestra su ineficacia: estados como China (desde 1957), India, Brasil y Pakistán (para 1975) han desarrollado programas de centrifugadoras.1 La mayoría de las instituciones de no proliferación iniciadas por Estados Unidos se han centrado históricamente en «restringir el acceso a la tecnología nuclear» (un enfoque de oferta), en lugar de «reducir la demanda» de armas nucleares (un enfoque de demanda).1 Esta persistencia en un enfoque que ahora es inherentemente defectuoso debido a la accesibilidad de la centrifugadora resalta un desafío sistémico en la adaptación de los marcos políticos a la rápida evolución tecnológica y las nuevas realidades.

La Necesidad de Priorizar las Barreras Políticas

El análisis de Kemp conduce a una conclusión ineludible: la historia de la centrifugadora ha demostrado que es una tecnología accesible, y que la creencia en la hegemonía tecnológica estadounidense en armas atómicas es una falacia.1 Esto implica que los formuladores de políticas deben reorientar su atención hacia las «barreras políticas a la proliferación, ya que las tecnológicas son, en el mejor de los casos, débiles».1

El Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), aunque universal en su alcance, se ha convertido en gran medida en un mecanismo para «mandatar salvaguardias, solo otro tipo de control tecnológico».1 Esto sugiere una persistencia en el enfoque de control tecnológico incluso dentro de marcos más amplios, lo que limita su capacidad para abordar la raíz del problema. Si los medios técnicos para proliferar, como la centrifugadora, son fácilmente disponibles y replicables, entonces el control de la oferta de estos medios se convierte en una batalla cada vez más infructuosa. Por lo tanto, la única estrategia verdaderamente efectiva es reducir el «deseo» o la «motivación» de una nación para adquirir armas nucleares. Esto desplaza el foco del debate sobre la no proliferación de la viabilidad técnica a consideraciones geopolíticas, de seguridad y políticas más profundas, subrayando la necesidad de un enfoque más holístico.

Conclusiones y Reflexiones Finales

El análisis presentado refuta la creencia de larga data en la hegemonía tecnológica de Estados Unidos en el enriquecimiento de uranio, una noción que se originó en el éxito masivo del Proyecto Manhattan.1 La centrifugadora de gas ha emergido como una máquina «simple y fácil de fabricar».1 La replicación exitosa por parte de la Union Carbide Nuclear Company (UCNC) en EE. UU. sirve como «evidencia concluyente» de que un equipo de «quince personas, sin experiencia previa o conocimiento especializado, en menos de quince meses» puede lograr el éxito en su desarrollo.1 Además, la maestría del proceso de producción en masa de centrifugadoras «no es particularmente difícil», como lo demuestran los ejemplos soviético y británico.1

El abandono inicial de la centrifugadora en el Proyecto Manhattan no se debió a su inviabilidad técnica, sino a «sesgos individuales y limitaciones organizativas».1 La «presión interna intensa para rendir» llevó a los gerentes de programas a elegir tecnologías con una «prueba de existencia», como la difusión gaseosa del Proyecto Manhattan, incluso si eran subóptimas, en lugar de reevaluar el campo de lo posible.1 Esta «dependencia de la trayectoria» tecnológica, donde las decisiones iniciales y visibles influyen en las elecciones futuras, explica por qué las primeras olas de proliferadores tendieron a replicar las opciones tecnológicas del Proyecto Manhattan en lugar de explorar alternativas más accesibles. Si la centrifugadora hubiera sido exitosa y su viabilidad conocida desde 1945, «podría haber habido considerablemente más proliferación» antes de la firma del TNP en 1970.1

La naturaleza de lo que constituye un «secreto» en la proliferación nuclear ha cambiado fundamentalmente. Lo que una vez se percibió como el «secreto» insuperable (la complejidad industrial masiva) ya no es la barrera crítica. La nueva realidad es la simplicidad y replicabilidad de la centrifugadora. Actualmente, «al menos veinte países han construido o adquirido tecnología de centrífugas», lo que demuestra que está «dentro de la capacidad de casi cualquier estado» hacerlo.1 Esto significa que los esfuerzos para controlar los «secretos» deben adaptarse continuamente al panorama tecnológico cambiante, o se volverán cada vez más ineficaces.

En última instancia, el informe subraya una llamada crucial a la acción para los formuladores de políticas: deben seguir siendo «buenos administradores de las barreras políticas a la proliferación, porque las tecnológicas son, en el mejor de los casos, débiles».1 La eficacia de la no proliferación en la era de la centrifugadora depende de abordar las motivaciones y los contextos de seguridad que impulsan a los estados a buscar armas nucleares, en lugar de confiar en controles tecnológicos que la historia ha demostrado que son insuficientes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *